LA BATALLA SOCIALISTA

El amigo de Alfonso Guerra

Es, por encima de todo, el más fiel incondicional de Alfonso Guerra. Juan Carlos Rodríguez Ibarra -Mérida (Badajoz), 1 de enero de 1948- comparte con el vicesecretario general del PSOE no sólo el liderazgo de una de las más poderosas familias del partido, sino también sus polémicas maneras. Desde su atalaya de presidente de la Junta de Extremadura condena sin piedad cualquier agresión al "socialismo puro", que, en su opinión, encarna Guerra.Rodríguez Ibarra llegó al PSOE en 1976 como profesor adjunto de Lengua Española, tras licenciarse en Filosofía y Letras en Sevilla. Anteriormente había est...

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Es, por encima de todo, el más fiel incondicional de Alfonso Guerra. Juan Carlos Rodríguez Ibarra -Mérida (Badajoz), 1 de enero de 1948- comparte con el vicesecretario general del PSOE no sólo el liderazgo de una de las más poderosas familias del partido, sino también sus polémicas maneras. Desde su atalaya de presidente de la Junta de Extremadura condena sin piedad cualquier agresión al "socialismo puro", que, en su opinión, encarna Guerra.Rodríguez Ibarra llegó al PSOE en 1976 como profesor adjunto de Lengua Española, tras licenciarse en Filosofía y Letras en Sevilla. Anteriormente había estudiado Magisterio en Badajoz, circunscripción por la que es diputado desde las legislativas de 1977.

En esta provincia vivió su primera escaramuza de la mano de Guerra. Se produjo en febrero de 1982, cuando el gobernador civil castigó la rebeldía política del líder extremeño con medio millón de pesetas por participar en una marcha ¡legal. La sanción desencadenó un escrito contra el Ejecutivo -entonces en manos de la extinta UCD- encabezado por el propio Guerra, como presidente del Grupo Parlamentario Socialista. Mal sabía el gobernador que en diciembre de ese mismo año Rodríguez Ibarra iba a ser elegido presidente de la Junta gracias, paradójicamente, al apoyo secreto de dos parlamentarios centristas.

Pero la verdadera llegada al poder de Rodríguez Ibarra tardó en llegar. No fue hasta el 10 de abril de 1988, cuando se hizo con el cargo de secretario general del PSOE extremeño.. Entró justo cuando salía Pablo Castellano, incómodo dirigente de los socialistas cacereños y de la insubordinada Izquierda Socialista. El relevo fue interpretado como el inicio de la oficialización del partido en la comunidad y el precio que la federación regional pagaba por haber sido la única que se abstuvo en la votación de la ejecutiva saliente en el 31 Congreso Federal.

Y desde entonces, piña hasta el final. El presidente de Extremadura fue el hombro en que se apoyó Alfonso Guerra cuando éste arrojó la toalla como vicepresidente del Gobierno. La fidelidad de Rodríguez Ibarra ese día fue inequívoca. No en vano Guerra había elegido su comunidad autónoma para airear la noticia que sus enemigos llevaban meses aguardando. Sucedió durante la clausura del congreso de los socialistas extremeños, el 12 de enero de 1991, y Rodríguez Ibarra tuvo el privilegio de ser uno de los pocos que conocían de antemano lo que iba a suceder ese histórico día. "Es aquí donde está lo que yo considero el espíritu del auténtico socialismo", proclamó.

Sin pérdida de tiempo, el mismo día siguiente advertía abiertamente contra "el riesgo de derechización" que corría el PSOE, y añadía: "Sería una paradoja que quien perdió el Congreso Federal gane el Gobierno". Sus dardos apuntaban al previsible ascenso del ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga.

Hoy, tras admitir lo que en su día negó -el alejamiento entre Felipe González y Alfonso Guerra-, proclama que el vicesecretario general es insustituible y reta a sus detractores a que públicamente se atrevan a sostener lo contrario.

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