El párroco y la farmacéutica del pueblo, figuras por un día

En cuanto hay un sobresalto en un pueblo de 5.400 habitantes, todos saben inmediatamente algo y de buena tinta. En la mañana de ayer, casi todos los vecinos de San Martín de Valdeiglesias ya se habían enterado del secuestro de Julia, de seis meses; de que había aparecido en el altar de la parroquia de su pueblo y de que hubo mucho trajín de personas uniformadas alrededor de la farmacia. Quien no tenía una vecina que había ido a misa de siete, había participado en la oración que el párroco Felicisímo hizo por la niña o había visto al padre del bebé, a la sazón Julio Fernández Mato, un ca...

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En cuanto hay un sobresalto en un pueblo de 5.400 habitantes, todos saben inmediatamente algo y de buena tinta. En la mañana de ayer, casi todos los vecinos de San Martín de Valdeiglesias ya se habían enterado del secuestro de Julia, de seis meses; de que había aparecido en el altar de la parroquia de su pueblo y de que hubo mucho trajín de personas uniformadas alrededor de la farmacia. Quien no tenía una vecina que había ido a misa de siete, había participado en la oración que el párroco Felicisímo hizo por la niña o había visto al padre del bebé, a la sazón Julio Fernández Mato, un cargo público en la Administración autonómica. Felicísimo estaba enfadado porque los medios de comunicación acudieron a él durante todo el día para que aportase su testimonio, cuando apenas llegó a cruzar dos palabras con el progenitor."¿Sabes quién lo vio todo?, la hija de fulanita", se decían unas vecinas a otras. Pero todos los ansiosos por saber iban a la farmacia de Francisca Gómez, donde la dependienta Luisi había proporcionado al padre pañales y leche. Entre receta y receta, Luisi repetía detalles a los clientes: que el padre del bebé había llegado en un coche marca BMW, que todo su empeño era volver a casa antes de que la madre echara en falta a su hija, y que niña, los secuestradores habían dejado en el altar una nota que decía: "Llama a papá". Luis¡ añadía emoción al relato: decía que el secuestro lo perpetró alguien que entró en la casa haciéndose pasar por asistenta.

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El cuartel de la Guardia Civil era el tercer lugar de encuentro. De allí salió el primer aviso oficial. El alcalde, José Luis García Sánchez, fue uno de los primeros en llamar al cuartelillo por la mañana para pedir información. Ausente del pueblo, se había enterado por EL PAÍS del secuestro. Después estaba extrañado pero tranquilo: "San Martín no tiene mucho que ver en el asunto. Sólo ha sido el pueblo elegido por los secuestradores".

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