"No hemos podido controlar la reforma"

Yegor Gaidar es la encarnación del capitalismo en Rusia. Máximo responsable de la reforma económica durante 1992, su vuelta al Gobierno en septiembre como primer viceprimer ministro se acompañó, cuatro días después, con la disolución del Parlamento. La nueva situación permitirá, opina, reconducir la reforma, cuyo pleno control escapó de sus manos.

Yegor Gaidar, prototipo del tecnócrata, no debe de ser mal político cuando ha conseguido sobrevivir después de imponer penurias y privaciones a la mayoría de la población. Su nombramiento como primer viceprimer ministro fue la prueba de que el...

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Yegor Gaidar es la encarnación del capitalismo en Rusia. Máximo responsable de la reforma económica durante 1992, su vuelta al Gobierno en septiembre como primer viceprimer ministro se acompañó, cuatro días después, con la disolución del Parlamento. La nueva situación permitirá, opina, reconducir la reforma, cuyo pleno control escapó de sus manos.

Yegor Gaidar, prototipo del tecnócrata, no debe de ser mal político cuando ha conseguido sobrevivir después de imponer penurias y privaciones a la mayoría de la población. Su nombramiento como primer viceprimer ministro fue la prueba de que el presidente, Borís Yeltsin, había descartado cualquier pacto con la oposición: cuatro días después disolvió el Parlamento.Tan perfectamente encarna la reforma que Gaidar se ha colocado, a sus 37 años, al frente del movimiento gubernamental Opción de Rusia con relativa facilidad, pese a estar rodeado de políticos curtidos que no disimulan sus ambiciones.

"Todos hablan; él hace", es la frase que figura en los carteles de propaganda, bajo un retrato en el que se ha querido dar a Gaidar un aspecto de serena autoridad que dista bastante de su imagen real. El lema, sin embargo, sí define perfectamente su campaña: no ha dejado de trabajar mañana, tarde y noche, y sus intervenciones electorales se han limitado a unas pocas apariciones en televisión y a dos actos públicos la semana pasada. No se puede perder tiempo, es la idea que trata de transmitir.

"La reforma no hemos podido controlarla nosotros plenamente", explicó Gaidar a más de mil seguidores que se reunieron en la Casa del Cine para escucharle. "Ha sido", prosiguió, "como un automóvil que yo conducía, pero era otro el que apretaba los pedales y había un tercero con la llave".

Pero esa situación terminó con la disolución del Parlamento. "Ahora, hasta las regiones que no pagaban los impuestos hacen cola para abonarlos", comentó irónicamente, resaltando así que la autoridad del presidente es ahora indiscutible.

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Unidad de los reformistas

Para que el coche de la reforma avance a toda velocidad, Gaidar considera necesario que el 12 de diciembre sucedan dos cosas: que la Constitución sea aprobada, con lo que quedarían así claramente delimitadas las relaciones entre los poderes del Estado, y que los partidos reformistas sean capaces de ponerse de acuerdo entre ellos y obtener así la mayoría en la Duma (Parlamento).

El primer viceprimer ministro está seguro de que comunistas y ultraderechistas obtendrán una nutrida representación, y que los centristas también tendrán presencia en la Duma, lo que hace imprescindible un bloque reformista compacto. "No podemos permitir que problemas personales nos separen", insistió, porque, en caso contrario, "el próximo Parlamento se parecerá mucho al que tuvimos hasta septiembre". "Tengo una pesadilla que me horroriza: me veo entrando en el Parlamento y viendo las mismas caras de antes", bromeó Gaidar ante los asistentes al segundo de sus actos electorales, en Zelenograd, una ciudad próxima a Moscú. Si la historia se repitiera, "Yeltsin debería disolver de nuevo el Parlamento", y eso, reconoció, "no sería bueno para la democracia".

Yegor Gaidar es bastante aburrido. Quizá por ello advierte desde el principio: "Los otros partidos no consideran rentable explicar programas aburridos y prefieren recurrir a los ataques personales contra Gaidar". En público también es tímido. Hablando de pie, se agarra una mano con la otra por detrás. Sentado, se sujeta al brazo del sillón. Y si está acomodado sobre una silla, entonces aprieta con fuerza el micrófono de mesa. El aperitivo, antes de pasar a contestar preguntas, es media hora de lección magistral sobre el pasado, el presente y el futuro de la economía rusa que apenas arranca unos tristes aplausos.

"Nuestra preocupación principal ha de ser controlar la inflación", subraya una y otra vez. "Sin el control de la inflación es imposible la inversión productiva y, por tanto, el crecimiento". ¿Cómo lograr ese propósito? "Haciendo más pequeño el Estado".

Anuncia que ya está en marcha una reducción de ministerios, pero reconoce que eso se intentó ya en 1991 y Rusia ha acabado teniendo una burocracia mayor que la soviética. Muchos funcionarios, además, siguen envenenando la economía con sus prácticas corruptas. "No se podrá hacer nada mientras los burócratas sigan teniendo tanto poder", sentencia después de achacar al desaparecido Parlamento que las cosas sigan tan mal.

Aunque asegura que no era verdad que el sistema comunista fuera igualitario -"había gente privilegiada", recuerda-, Gaidar reconoce que una consecuencia de su reforma ha sido fomentar la desigualdad. "El aumento de la desigualdad y el descenso de la producción han traído problemas serios de pobreza", que crean, según él, "un campo abonado para fascistas y comunistas, como en Alemania tras la Primera Guerra Mundia". Y aquí vuelve al principio de su razonamiento: acabar con la inflación. "Los que más se beneficiarán de su control serán los más humildes. Los bancos saben perfectamente qué hacer para no salir perjudicados", explica.

Retratos añejos

La imagen de Pedro I, el zar autoritario y modernizador admirado por Yeltsin, preside todos las acciones publicitarias de Opción de Rusia. Rodeando al emperador, tres palabras: libertad, propiedad y lealtad.

Algunos adversarios ironizan con el contraste entre Pedro I y la imagen pequeña y regordeta de Gaidar. No parece que eso le preocupe. Es más, hace gala de una total carencia de agresividad cuando aborda los problemas que más encienden las soflamas de los nacionalistas. Por ejemplo, la defensa de los 25 millones de rusos que viven en antiguos Estados soviéticos ahora independientes. "Nuestra obligación", dice, "es asegurar que vivan dignamente allí donde estén. Pero no mediante la presión imperial, sino con métodos civilizados de influencia".

Alguien le pregunta si le gustan los bounties, chocolatinas que también causan furor entre la chiquillería moscovita. Una sonrisa sincera subraya aún más su aspecto de glotón, pero prefiere salirse por la tangente: "Los programas de algunos oponentes me recuerdan a los bounties. ¡Son tan dulces!".

Un bloque con fisuras

Las discrepancias entre las fuerzas reformistas, que critica Yegor Gaidar se manifiestan también dentro de su propia organización, Opción de Rusia. Una compleja mezcla de altos funcionarios de Moscú y otras zonas con demócratas de siempre procedentes de Reforma Democrática, Opción de Rusia no ha sido ni siguiera capaz de presentar candidaturas únicas en todas las circunscripciones: en algunos casos, el candidato de Opción de Rusia compite con otro de Reforma Democrática, lo que incrementa las posibilidades de victoria de la oposición.El propio Gaidar ha criticado al también viceprimer ministro Vladímir Shumeiko por tratar de excluir a los partidos Comunista y Demócrata de la contienda por hacer propaganda contra la Constitución. Shumeiko pasa por ser uno de los hombres más escuchados por el presidente Yeltsin, lo que hace que las diferencias entre ambos viceprimeros ministros sean más que pura anécdota.

Con todo, el mayor ataque contra la unidad del bloque ha provenido de Guennadi Búrbulis, el más directo colaborador de Yeltsin durante años, que ahora se distancia del líder ruso. La semana pasada, en Nezavízimaya Gazeta, Búrbulis aboga por la creación de un sólido partido tras considerar que Opción de Rusia es una mezcla variopinta "sin ideas consistentes".

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