Tribuna:

Pensando en Madrid

Parece claro que en toda crisis económica, y más en una tan profunda como la que padecemos, existen aspectos objetivos y subjetivos que condicionan la salida de ésta, hacia la conquista de un crecimiento sostenido de la economía. Resulta obvio decir que sin un crecimiento económico adecuado, el llamado Estado del bienestar se tambalea y, para cientos de miles de ciudadanas y ciudadanos, pensar en un futuro mejor resulta cuando menos difícil.Parece también evidente que para analizar la economía madrileña hay que tener necesariamente en cuenta las medidas y decisiones abordadas por el Gobierno d...

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Parece claro que en toda crisis económica, y más en una tan profunda como la que padecemos, existen aspectos objetivos y subjetivos que condicionan la salida de ésta, hacia la conquista de un crecimiento sostenido de la economía. Resulta obvio decir que sin un crecimiento económico adecuado, el llamado Estado del bienestar se tambalea y, para cientos de miles de ciudadanas y ciudadanos, pensar en un futuro mejor resulta cuando menos difícil.Parece también evidente que para analizar la economía madrileña hay que tener necesariamente en cuenta las medidas y decisiones abordadas por el Gobierno de la nación, no sólo en su componente macroeconómica, sino en las soluciones concretas que la Administración central pueda tener para Madrid. Unas soluciones que deben contar con la capacidad de acuerdo entre empresarios, agentes sociales y las propias administraciones. Estos planteamientos y los programas más puntuales configuran lo que antes denominábamos aspectos objetivos, desde su calidad de medidas positivas de intervención económica para salir de la crisis.

Entre los aspectos subjetivos también está claro encuadrar el ánimo de los ciudadanos, la decisión de los agentes sociales, las medidas tomadas por el empresariado, las acciones y la credibilidad de las instituciones públicas... En definitiva, la voluntad colectiva de la sociedad de caminar hacia el progreso social y económico con confianza en el futuro.

En tiempos tan difíciles como los que nos toca vivir, las palabras del presidente Leguina -pronunciadas durante el debate del estado de la región el pasado año- cobran una relevante actualidad: "La historia de los hombres ni sigue un camino recto ni tiene una meta escrita en las estrellas. Son las gentes quienes describen el camino y marcan las metas, y ambos, camino y metas, son el resultado de múltiples decisiones".

Queda suficientemente claro que en economía no existen recetas mágicas y que, en todo caso, las salidas de la crisis dependen del esfuero colectivo de todos los madrileños, de todos los españoles. Proclamar una y otra vez que hay que cambiar de política económica, sin aportar alternativas o soluciones, es tan difícil de entender como la coletilla empresarial de hacer competitivas nuestras empresas reduciendo sin más las plantillas.

Siendo realistas, la Comunidad de Madrid, su Asamblea y su Gobierno tienen limitadas competencias en materia económica, y habrá que convenir que el peso de la autonomía madrileña en el impulso económico regional es reducido, como escaso es su presupuesto. Pero que sea limitada su capacidad de tomar decisiones no significa que, en el transcurso del debate sobre el estado de la región, el Ejecutivo madrileño clarifique su actuación y asuma sus compromisos con Madrid y los madrileños.

En este ámbito, y desde mi criterio, algunas de las soluciones a la situación económica actual pasan por la aludida política de inversiones públicas, apoyadas por el Consejo de Gobierno regional. Nos dotaríamos, en definitiva, de infraestructura industrial en áreas donde son necesarias, como la zona sur y otras. Estas inversiones deben ir paralelas a la potenciación de áreas de centralidad, polos residenciales, creación de núcleos de desarrollo regional que, en definitiva, revaloricen las actuaciones municipales, en cuyo ámbito hay que fomentar la autonomía local de las corporaciones en la gestión del suelo. Al mismo tiempo, medidas presupuestarias y fiscales, iniciativas legislativas en política territorial, potenciación de entidades como el Imade como auténticas agencias de desarrollo, el Pacto por la Industria, la formalización de una buena política de formación no reglada, las subvenciones y ayudas a las pymes, el asesoramiento a pequeños empresarios, etcétera, pueden configurar un gran paquete de actuaciones positivas, que están en el haber del Consejo de Gobierno.

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Otro ámbito de actuación es la delicada situación de las pymes, de cuyo análisis se desprende la necesidad de apoyar las subvenciones y políticas crediticias con una clarificación del camino futuro a tomar. No deben olvidarse principios de manual económico como el qué producir, cómo producirlo y para quién se produce. La Unión Europea nos exige ser competitivos en la economía, y esto significa modificar hábitos antiguos en la propia producción, en las redes de distribución, en la normalización y comercialización de los productos. Éste es el gran reto del futuro, en el que las administraciones públicas pueden incidir.

En este desordenado relato de medidas no podemos dejar de mencionar el imprescindible cambio en la imagen de nuestra Comunidad, como factor de atracción de inversiones privadas. Fórmulas políticas de intervención en la mejora del medio físico, como las planteadas en el gran sur o la repoblación forestal en algunos distritos del suroeste de Madrid, deben extenderse al resto del suelo regional.

Profundizar en el desarrollo del sector servicios, de la implantación de empresas de alta tecnología e I+D, debe compaginarse con la adecuación de las redes de comunicación y transporte y la ampliación de la gama de empresas de servicios.

La agricultura madrileña tiene una importancia básica en el mantenimiento y conservación del medio físico, que va más allá de su pequeño potencial económico. No deja de ser chocante que, contando Madrid con la industria agroalimentaria más importante de España, no se haya profundizado en el impulso y creación de industrias de transformación de productos agrícolas.

Crear redes de comercialización, fomentar políticas de mejora y ampliación de regadíos, profundizar en las denominaciones de origen y calidad, practicar una clara política de reforestación del sur-suroeste de Madrid, utilizando aguas de los cauces del Tajo y el Jarama, son algunas de las medidas positivas que pueden contribuir a una mejora de las rentas agrarias.

Valgan estas humildes exposiciones como aportación al gran debate del estado de la región.

Eduardo García Fernández, del PSOE, es alcalde de Aranjuez.

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