Cartas al director

Créditos hipotecarios

Hace unos días, un agente comercial sugería en EL PAÍS que cambiar la expresión "escritura" por "documento público" bastaría para abaratar los costes de gestión relacionados con la gestión de créditos hipotecarios.Profundizando en esta sugerencia de simplificación, creo que las operaciones de registro de la transacción comercial que un tal crédito implica no deben diferir mucho, en su esencia y gestión, de las de obtención de un pasaporte, DNI o inscripción de un nacido en el registro civil. Se trata de datos de importancia personal y de largo alcance documental, social y mercantil.

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Hace unos días, un agente comercial sugería en EL PAÍS que cambiar la expresión "escritura" por "documento público" bastaría para abaratar los costes de gestión relacionados con la gestión de créditos hipotecarios.Profundizando en esta sugerencia de simplificación, creo que las operaciones de registro de la transacción comercial que un tal crédito implica no deben diferir mucho, en su esencia y gestión, de las de obtención de un pasaporte, DNI o inscripción de un nacido en el registro civil. Se trata de datos de importancia personal y de largo alcance documental, social y mercantil.

Por ello, cuando hoy día el tratamiento informático permite el registro exacto, efectivo, permanente y riguroso de tales datos, a costes unitarios bajos, sin merma de su alcance jurídico y administrativo, la conservación de auténticos fósiles mercantiles, de cuando la figura del escribano era esencial, no puede hacer sino encarecer el aparato comercial, restándole agilidad y atractivo.

La actual situación económica es una oportunidad adecuada para eliminar -o reducir al máximo- la intervención de unos colectivos profesionales enquistados en vetustas estructuras reguladoras, cuya única función aparente es intermediar en operaciones de movilización de riqueza, medrando a costa del esfuerzo del ciudadano en una faceta donde, además, deviene más contribuyente: la adquisición de su vivienda.

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La cantidad de dinero, objetivamente estéril, del que hay que desprenderse en ese proceso es fruto de una situación tan anacrónica como en su día lo fueron los salvoconductos o el racionamiento. Y sería lamentable e irritante que la oposición de unos pocos a la pérdida de prebendas, así como a la reconsideración -por parte de la Administración- de gestiones, trámites y tarifas, entorpeciera las posibilidades de relanzamiento económico que supone el abaratamiento del crédito hipotecario.-

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