Música en el autobús
El transporte público cada vez resulta más torturante, y no me refiero a las esperas bajo marquesinas que no protegen de ninguna inclemencia, ni a los apretujones, etcétera, sino a una añadida y verdaderamente nefasta y desquiciante: la tortura del sentido del oído.Cuando se pusieron de moda los auriculares, el personal aún conservaba una mínima audición y el resto de usuarios no teníamos que oír simultáneamente toda clase de música chirriante. Yo suelo ir leyendo algún libro, y supongo lo mal que le sentaría a cualquiera que le pusiera mi novela pegada a su nariz y le obligara a leerla.
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El transporte público cada vez resulta más torturante, y no me refiero a las esperas bajo marquesinas que no protegen de ninguna inclemencia, ni a los apretujones, etcétera, sino a una añadida y verdaderamente nefasta y desquiciante: la tortura del sentido del oído.Cuando se pusieron de moda los auriculares, el personal aún conservaba una mínima audición y el resto de usuarios no teníamos que oír simultáneamente toda clase de música chirriante. Yo suelo ir leyendo algún libro, y supongo lo mal que le sentaría a cualquiera que le pusiera mi novela pegada a su nariz y le obligara a leerla.
Ruego a todos los usuarios del transporte público que no nos lo hagan más penoso de lo que es ya de por sí, y que si ya las audiometrías les avisan de que están como auténticas tapias, que no nos obliguen al resto que aún conservamos el oído a escuchar sus predilecciones musicales.-