Declaración real de sufrimiento
En el nombre del Dios todopoderoso monoteísta y en recuerdo de mis dos amadas parientes, su majestad la reina Catalina de Aragón y su hija, su majestad la reina Mary I (ambas reinas de Inglaterra), aprovecho esta tardía oportunidad para ofrecer mi profundo y entristecido pesar y mis excusas reales por el comportamiento poco juicioso de algunos parientes, y específicamente del rey Enrique VIII, y su gobernación injusta, que tanto contribuyó al intolerable, torturado y despiadado sufrimiento, indignación, tristeza y muerte de mis dos inocentes e indefensas parientes reales, conocid...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
En el nombre del Dios todopoderoso monoteísta y en recuerdo de mis dos amadas parientes, su majestad la reina Catalina de Aragón y su hija, su majestad la reina Mary I (ambas reinas de Inglaterra), aprovecho esta tardía oportunidad para ofrecer mi profundo y entristecido pesar y mis excusas reales por el comportamiento poco juicioso de algunos parientes, y específicamente del rey Enrique VIII, y su gobernación injusta, que tanto contribuyó al intolerable, torturado y despiadado sufrimiento, indignación, tristeza y muerte de mis dos inocentes e indefensas parientes reales, conocidas como los Orgullos de España.Todos los monarcas de hoy deben sentirse obligados a manifestar sus excusas llenas de remordimiento por todos los horrores y actos criminales cometidos por sus predecesores.
Después de esperar más de 400 años, ha llegado el momento de que los Orgullos de España regresen a su hogar español. Las potencias de hoy deben comprender que, en nombre de Inglaterra, mi pariente el rey Enrique VIII (de quien no escogí ser descendiente) torturó inmisericorde a mis dos parientes.
Quienes mandan en Inglaterra deberían pedir perdón sin más tardanza al pueblo español en nombre de Enrique VIII por el odioso trato infligido a los Orgullos de España. Es más, como regalo al orgullo español, quienes mandan en Inglaterra deberían renunciar ahora a todas sus pretensiones sobre la zona conocida con el nombre de Gibraltar y proclamar la soberanía española sobre el lugar.
El honorable pueblo español debe ahora conseguir el digno retorno de los cuerpos cautivos y llorosos de los Orgullos de España desde sus tumbas en Inglaterra, para escoltarlos personalmente a su amada España. Con tal motivo, deberá celebrarse con toda pompa una procesión ceremonial internacional y una misa de réquiem antes de dar a los Orgullos de España un lugar de reposo en tierra española. Es hora de que los Orgullos de España regresen a España.
Rezo porque mis muchos parientes reales contemporáneos, especialmente los de la casa de Windsor (lo que incluye a mi pariente la reina Isabel II, defensora de la fe), se sumen a esta declaración real de sufrimiento
Estados Unidos de América.