Tribuna:

La hora de la verdad

JAVIER PÉREZ ROYOConsidera el autor del artículo que el problema central de la actual legislatura, y de la próxima como mínimo, no es tanto el del enfrentamiento entre la derecha y la izquierda, sino el de la cohesión política de España, el conseguir la integración de los nacionalismos vasco y catalán en la dirección. del Estado.

A la democracia española le ha llegado la hora de la verdad. Cuando no han transcurrido todavía 15 años de la aprobación de la Constitución, España ha conseguido dar respuesta a los contenciosos históricos que habían impedido la convivencia pacífica entre los españoles y el establecimiento de un régimen constitucional y democrático.Ni la que en su momento se denominó cuestión social con enfrentamientos de clase extremos, ni la disputa sobre la forma de Estado monárquica o republicana, ni las relaciones entre la Iglesia y el Estado, ni la polémica sobre la enseñanza con la contraposición...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

A la democracia española le ha llegado la hora de la verdad. Cuando no han transcurrido todavía 15 años de la aprobación de la Constitución, España ha conseguido dar respuesta a los contenciosos históricos que habían impedido la convivencia pacífica entre los españoles y el establecimiento de un régimen constitucional y democrático.Ni la que en su momento se denominó cuestión social con enfrentamientos de clase extremos, ni la disputa sobre la forma de Estado monárquica o republicana, ni las relaciones entre la Iglesia y el Estado, ni la polémica sobre la enseñanza con la contraposición entre la escuela pública y privada fuertemente impregnada de un componente religioso, ni la posición del Ejército en la sociedad y la consiguiente militarización del orden público, ni la definición de la posición internacional de España y su inserción en Europa, son cuestiones que dividen a los españoles hoy de la forma en que lo hicieron en el pasado. En todos estos terrenos, con la excepción de la forma de Estado en el que no hay ninguno, quedan problemas por resolver, pero ninguno de estos contenciosos es un problema de la democracia española. Todos han sido encauzados de manera casi con toda seguridad definitiva por el sistema político institucionalizado en 1978.

De los problemas históricos de la democracia española solamente hay uno que queda todavía por resolver. Me refiero al problema vasco y catalán. Es el único para el que todavía no hemos sido capaces de encontrar una respuesta, el único que todavía continúa existiendo como problema.

Ciertamente, desde 1978 se ha avanzado bastante también en este terreno. Cataluña y el País Vasco tienen Estatuto de Autonomía desde 1979 y Parlamentos y Gobiernos autónomos desde 1980, habiendo protagonizado un periodo de autogobierno no conocido en la historia contemporánea de España. Pero creo que todos somos conscientes -y los que no lo son, deberían serlo- de que el problema vasco y catalán está sustancialmente por resolver. Se ha avanzado, no tiene la radicalidad o el dramatismo que ha tenido en otros momentos, pero no está resuelto.

Dicho con otras palabras: a lo largo de estos años se ha ganado en confortabilidad, en habitabilidad, en las relaciones entre el Estado y Cataluña y el País Vasco, pero no se ha definido de manera estable un marco de convivencia política que permita al País Vasco y Cataluña considerar que el Estado es tan suyo como de las demás regiones que componen España. Todavía no hemos sido capaces de despejar la ambigüedad que preside las relaciones entre Cataluña y el País Vasco y el Estado español.

Y digo Estado español y no España, porque el problema es esencialmente político. En España no ha habido conflictos entre comunidades o entre ciudadanos procedentes de distintas zonas del territorio por razón de dicha procedencia, como los que estamos viendo en otras partes de Europa o Asia. Justamente por eso, es un problema que no tiene el dramatismo que tiene en esos sitios y es, además, soluble.

Pero hay que resolverlo y hay que resolverlo ya. Después de haber encauzado todos los demás problemas históricos de la democracia española, ha llegado el momento de darle respuesta también a éste, no pudiendo permitirnos el lujo de posponer su solución por más tiempo. Tanto por razones internas como externas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Por razones internas, porque o los partidos nacionalistas vasco y catalán se integran políticamente en el Estado o caminamos inexorablemente hacia el bloqueo tanto del sistema político español como del catalán y vasco.

Período constituyente

Las elecciones del 64 han puesto fin al periodo constituyente de la democracia española, y con ello a la posibilidad de gobernar en solitario por cualquiera de los dos grandes partidos españoles. Si exceptuamos las elecciones de 1982, anormales desde varios puntos de vista, el porcentaje de voto popular obtenido por ambos partidos el 6-J ha sido el máximo desde 1977 y es prácticamente el tope al que pueden aspirar.

Quiere decirse con ello que, a menos que se produzca un terremoto en el centro-izquierda o en el centro-derecha, como el que se produjo con la UCI), ningún partido español va a disponer de una mayoría de gobierno. En consecuencia, sin la participación vasca y catalana, el sistema político español oscilará entre dos patologías: la de la ingobernabilidad por ausencia de una mayoría estable de Gobierno o la del sistema hegemónico por el hundimiento de alguno de los dos grandes partidos españoles.

Es verdad que con los datos del 6-J todavía se podría conseguir una mayoría de gobierno de izquierda con el concurso de IU. Pero tal mayoría es imposible con la composición interna de IU, ya que si con el sector minoritario sí sería posible llegar a un pacto de gobierno, con el sector mayoritario resulta más que dificil ir a ninguna parte. Tal mayoría sería, además, una mayoría sin futuro, ya que el porcentaje de voto de izquierda (PSOE+IU) contabilizado en España es anormalmente alto y sólo cabe una corrección del mismo a la baja.

En circunstancias normales, no patológicas, en España no va a haber mayorías de gobierno sin CiU y PNV en el próximo futuro. La gobernabilidad del país va a. depender de la participación del nacionalismo vasco y catalán.

De una manera distinta, la situación actual también conduce al bloqueo de los sistemas políticos catalán y vasco. Hace unos días, Joan Barril recordaba en La Vanguardia que Jordi Pujol lleva más años en el Gobierno que Felipe González, y el PSC más en la oposición que en el centro-derecha español. Y lo mismo, con matices, puede decirse del País Vasco. Mientras no se resuelva el problema de la integración política catalana y vasca en el Estado es inimaginable un Gobierno no nacionalista en el País Vasco o en Cataluña. Y, en consecuencia, el sistema estará bloqueado por ausencia de alternativa, alimentándose, más que de impulsos internos de la tensión exterior, de su ambigüedad en la relación con el Estado español.

Años claves

Pero no sólo por razones internas hay que proceder de manera inmediata a esta integración. También por razones externas. Independientemente de que los criterios de convergencia se flexibilicen o no, o de que se mantenga o se amplíe el calendario para hacerlos efectivos, es evidente que hemos entrado ya en la fase de competencia más aguda entre todos los países europeos y que los años que se avecinan van a ser claves para definir la posición relativa de cada uno de ellos en la Europa unida. España no puede permitirse el lujo de seguir compitiendo con el handicap de dos de sus regiones más avanzadas, más cultas, más ricas, más modernas que no se identifican con la dirección política del Estado. Cuantificar lo que nos cuesta a todos la ambigüedad de la relación entre el Estado y el País Vasco y Cataluña es imposible. Pero que algo nos cuesta es seguro. Y la Copa de Europa se gana siempre por la mínima. Exactamente igual que las grandes vueltas ciclistas, en las que, aun contando con Induráin, se ganan, cuando se ganan, por segundos. La competición entre los países no es distinta. El despilfarro que ha supuesto históricamente no contar políticamente con Cataluña y el País Vasco para dirigir el Estado español ha sido enorme. Y cada vez nos lo podemos permitir menos.

Así pues, España no puede funcionar hacia dentro y competir en el exterior sin que Cataluña y el País Vasco participen al ciento por ciento en el esfuerzo colectivo, sin reservas de tipo político. Éste no es un problema coyuntural, sino, estructural. La integración del PNV y CiU en el sistema político español no tiene que hacerse porque estemos en medio de una crisis económica y haya que tomar decisiones difíciles. Habría que proceder a ella igualmente, aunque estuviéramos creciendo y no tuviéramos la tasa de paro y el porcentaje de déficit público que tenemos. Con CiU y PNV hay que contar de manera indefinida.

Éste es el problema central al que hay que dar respuesta en este momento. El problema de esta legislatura -y de la próxima como mínimo- no es el de derecha versus izquierda. El problema es el de la cohesión política de España, el de cómo conseguimos levantar la hipoteca histórica que ha supuesto la no integración de los nacionalismos vasco y catalán en la dirección del Estado.

Éste es un problema al que sólo el PSOE entre los partidos españoles puede enfrentarse e intentar encauzarlo. Aunque la distancia ideológica entre PSOE y CiU y PNV puede ser mayor que la que existe entre éstos y el PP, es evidente, por razones sobradamente conocidas, que una operación de esta naturaleza no puede ser protagonizada por el partido representativo de la derecha española, por mucho que se haya centrado. La victoria del PSOE en el 6-J era la conditio sine qua non para que la integración nacionalista en el Gobierno de España pudiera siquiera plantearse. Pero una vez que se ha producido, y en los términos en que se ha producido, la cuestión es insoslayable.

A nadie se le oculta que los riesgos de la operación son altísimos para todos los posibles participantes. Pero más riesgos todavía comporta el no enfrentarse con el problema y dejarlo pudrir. Si en las condiciones actuales no se aborda este problema, entonces ¿cuándo? Difícilmente vamos a tener otra coyuntura más favorable que la resultante del 6-J.

Podemos encontramos, pues, en vísperas de iniciar la solución definitiva del último contencioso histórico de la democracia española. Es, sin duda, el más dificil de resolver. Justamente por eso, es el último al que estamos haciendo frente. Se trata, posiblemente, de la operación de Estado más complicada e importante de la historia española de este siglo. En los próximos días vamos a comprobar si los secretarios generales de PSOE, CiU y PNV están a la altura de las circunstancias.

Javier Pérez Royo es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla.

Archivado En