Tribuna:

Jopé

Hola, soy Ráppela, ¿quieres conocer tu futuro? No hace falta que me llames, te lo digo ya mismo. El Papa seguirá viniendo a verte, quieras o no, porque el único analista que tuvo razón fue Julio Iglesias cuando dijo que la vida sigue igual.Hace una burrada de años, siendo yo tierna criatura, me llevaron al Congreso Eucarístico de Barcelona -vestida de primera comunión, para más sadismo- y, aunque yo era piadosa, como he contado en alguna ocasión, mi ser más sano surgió ya allí, rodeada de auténticos beatos, de curas y de monjas apretados y triunfantes, y realizó -mi ser más sano- la única prot...

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Hola, soy Ráppela, ¿quieres conocer tu futuro? No hace falta que me llames, te lo digo ya mismo. El Papa seguirá viniendo a verte, quieras o no, porque el único analista que tuvo razón fue Julio Iglesias cuando dijo que la vida sigue igual.Hace una burrada de años, siendo yo tierna criatura, me llevaron al Congreso Eucarístico de Barcelona -vestida de primera comunión, para más sadismo- y, aunque yo era piadosa, como he contado en alguna ocasión, mi ser más sano surgió ya allí, rodeada de auténticos beatos, de curas y de monjas apretados y triunfantes, y realizó -mi ser más sano- la única protesta que se podía permitir: me desmayé. También contribuyó el hecho de que me apretaban los zapatos.

Ahora estoy interiormente desmayada ante él despliegue de soberbia que lame las avenidas de Madrid, un Madrid que, volcado ya mayoritariamente a la derecha, se aprestó ayer a inaugurar una catedral que parece un templo expiatorio. Entró el Papa triunfante en la ciudad que fue cerrada y resistente y más mártir que los que tiene la Iglesia juntos, y a mí, qué quieren que les diga, todo esto me desmaya. A golpe de botafumeiro y al grito de todos suyos y muy cerca de los parajes en donde la capital se defendía del que más tarde iría bajo palio con las bendiciones de otro Papa: así llega el polaco/Disney para darle la repuntilla a Madrid.

Digo yo que si este hombre fuera realmente seguidor de Cristo se habría presentado en Viena para azotar con el látigo de su intolerancia a los mercaderes de derechos humanos de la conferencia, y nos habría dejado paz, con nuestro paro, nuestro aborto y nuestras costumbres. Que, entre el entierro de don Juan y esta visita suya, levamos un año de auténtico matarile.

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