MADERA DE LEY

El primo pobre

Hace veinte años, en Irún, Jesús Ramos y dos paisanos suyos de Madrid, uno torero y otro novillero, "dos golfantes, vaya" que se encontraban cómodos chamullando [hablando] algo, de romaní, recalaron en un club nocturno. Apareció otro policía, escuchó una lengua que consideró terminantemente prohibida y les detuvo. De nada sirvió aquello de oiga, que también soy del cuerpo, que tal y que cual. "Andando pa lante a comisaría -le empujaba el otro agente-, que tenéis mucho cuento los chorizos".Después vinieron años de burocracia, diligencias, denuncias y café, mucho café de máquina. E...

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Hace veinte años, en Irún, Jesús Ramos y dos paisanos suyos de Madrid, uno torero y otro novillero, "dos golfantes, vaya" que se encontraban cómodos chamullando [hablando] algo, de romaní, recalaron en un club nocturno. Apareció otro policía, escuchó una lengua que consideró terminantemente prohibida y les detuvo. De nada sirvió aquello de oiga, que también soy del cuerpo, que tal y que cual. "Andando pa lante a comisaría -le empujaba el otro agente-, que tenéis mucho cuento los chorizos".Después vinieron años de burocracia, diligencias, denuncias y café, mucho café de máquina. El riesgo sólo le rozó cuando se desprendió en 1974 de dos o tres municiones que se estrellaron contra el cielo de Vallecas. Por unos pinares, voces, linternas, deténgase, un chico que huía le disparó con una escopeta, él respondió agujereando al aire -"más que nada, para advertir que yo iba armado"- y el chico escapó. Le detuvieron otros compañeros cuatro días después. Tras muchos años pasé a mejor vida en Fuencarral, que no mejor lugar, porque el suyo es uno de los despachos más pequeños, feos, despersonalizados y sobrios que imaginarse pueda. Comparado con el de otros comisarios, parece el primo pobre de las chabolas, pero lo prefiere así. Ahí se va a trabajar, y ya está.

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Este,Robert de Niro chulapera metido a policía por entre las chabolas de los cuatro poblados que circundan el distrito saborea el romaní de los viejos, que los niños se le acerquen, manos sucias tirándole de la chaqueta -¿Y qué es el ril? "El pedo, niño, el pedo"-, y la gente le pregunte don Jesús, cómo va esa vida, y él, bien, bien -a un anciano-, don Manuel.

Para despedirse, se le exige un poema de carrerilla y García Lorca le socorre: "Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora / mientras que por el monte oscuro baja Soledad Montoya'. "Algo así es... el empiece".

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