Tribuna:ELECCIONES 6 JUNIONOMBRES Y APELLIDOS

El Partido Gordo

El grupo se llamaba Comedores Compulsivos y se suponía que no era una simple reunión de gordos dispuestos a hablar de sus dietas mientras engullían una bandeja de pasteles chupándose los dedos. Nada de eso. Se trataba de una cita con adictos a la comida, auténticos zampabollos. Yo estaba allí tratando de averiguar lo inaudito. Sabía que se vota por estética, por simpatía, por afinidad ideológica o simplemente por capricho. Pero quería comprobar si también, en esta España democrática, tras once años de pragmatismo, se había ya llegado a la sofisticación de votar por cosas tan concretas como los...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El grupo se llamaba Comedores Compulsivos y se suponía que no era una simple reunión de gordos dispuestos a hablar de sus dietas mientras engullían una bandeja de pasteles chupándose los dedos. Nada de eso. Se trataba de una cita con adictos a la comida, auténticos zampabollos. Yo estaba allí tratando de averiguar lo inaudito. Sabía que se vota por estética, por simpatía, por afinidad ideológica o simplemente por capricho. Pero quería comprobar si también, en esta España democrática, tras once años de pragmatismo, se había ya llegado a la sofisticación de votar por cosas tan concretas como los dictados del estómago. Al fin y al cabo, el propio Felipe González ha insistido en que él hablaba con las tripas.La cita era a las siete de la tarde en la iglesia de Nuestra Señora de la Visitación. La había concertado con aquel contestador automático en el que una voz femenina aseguraba que "nos hemos unido para compartir unos con otros nuestra experiencia, fortaleza y esperanza". Mi interlocutora real no defraudó mis expectativas. Gorda de solemnidad, hablaría con desparpajo de su enfermedad psíquica siempre que se garantizara el anonimato.

Llevaba tres años luchando contra la constante tentación de arrasar con la nevera a la primera de cambio y ahora ya era casi abstemia. Pero lo suyo se lo había arreglado una terapia de grupo autogestionaria, en lugar de la Seguridad Social. "Somos marginales, los médicos no saben qué hacer con nosotros". Su experiencia, calcada de Alcohólicos Anónimos, la comparten en Madrid otras cien personas. "Esta sociedad -acusa mi interlocutora- es muy canalla. Aquí se ha montado el negocio de la obesidad y nos han cogido a nosotros como conejillos de indias".

¿A quién van a votar los gordos españoles? ¿Les perjudica especialmente la subida de la cesta de la compra? ¿Sería radicalmente prohibido tanto anuncio de chicos danone que andan acomplejando al personal? Nada, ni palabra. Mi comedora compulsiva se niega a hablar de política. La llegada de otro miembro del grupo, que lleva más tiempo en la organización, agrava todavía más las cosas. "Comedores Compulsivos no se mete en política. A nosotros nos " une la comida, de lo demás no sabemos nada". ¿Votan? Sí, pero no dicen a quién. Aznar ha conseguido adelgazar, ¿eso les motiva?. Silencio espeso. ¿No les ofende una clase política llena de ejecutivos de pacotilla repartiendo su tiempo entre el squash y la dieta Montignac? Inútil. El grupo, que ha ido creciendo, empieza a ponerse nervioso. Es su hora semanal de merienda oral y el periodista les está estorbando. Empiezan a repetir mecánica y apasionadamente los 12 pasos que les llevan a la perfección. Una última pregunta: ¿no han pensado en hacer una franquicia para los políticos corruptos compulsivos? Me voy.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En