Tribuna:

Villa sin villanos

Es una ciudad futurista-californiana sin coches, sin negros, sin mingitorios públicos, y hasta casi sin público. O sea, jugo concentrado de los Juegos Olímpicos. Todavía hay cerca de 2.000 viviendas en su mayoría vacías. Cuelgan carteles anunciando que todo se vende pese a que ya tiene dueño, según dicen, un 60% de lo construido. Hoy sopla el viento, que aquí es como decir que sopla el polvo, y los cuatro yates del puerto olímpico más desangelado del litoral salen de la acuarela para tirar de sus amarras como un perro de la correa.En la distancia descubro a dos seres vivos entre palmeras agoni...

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Es una ciudad futurista-californiana sin coches, sin negros, sin mingitorios públicos, y hasta casi sin público. O sea, jugo concentrado de los Juegos Olímpicos. Todavía hay cerca de 2.000 viviendas en su mayoría vacías. Cuelgan carteles anunciando que todo se vende pese a que ya tiene dueño, según dicen, un 60% de lo construido. Hoy sopla el viento, que aquí es como decir que sopla el polvo, y los cuatro yates del puerto olímpico más desangelado del litoral salen de la acuarela para tirar de sus amarras como un perro de la correa.En la distancia descubro a dos seres vivos entre palmeras agonizantes ¿Será esta pareja de carne y hueso o formará parte de la maqueta? Él se llama Javier Pont, de 52 años. Ella es María Rosa, algo mayor, hermanos y nacidos ambos en Cornellá, desde donde vienen a diario en metro para comerse el picnic sobre un banco de alto diseño naútico. Javier es ilustrador infantil y está en paro. Trabajaba en casa haciendo comics por encargo, pero sin cotizar. Así que ahora no tiene subsidio. Encima le ha entrado la depresión. Lo ve todo negro, es decir, más o menos como es. Le importa mucho más encontrar trabajo que votar. Su hermana dice: "Traemos bocadillos, la botella de agua y fruta. Ponemos la radio y nos distraemos. Estás como en un balneario. Nos vamos antes de que oscurezca. Por la noche la Villa Olímpica da miedo. Aún se queda más desierta que ahora ¿No es una lástima?". Luego habla Javier: "¿Cómo es que no ocupan los pisos sus propietarios? He oído por la radio que en algún bloque olvidaron poner ascensor. Y que hay viviendas que después de usarlas los atletas no las han arreglado". Pero a ellos les da igual. Nosotros no tenemos los 40 millones que piden por esos pisos. Yo no soy famoso, como el autor de Mortadelo y Filemón, ni soy Mariscal. Me conformo con el picnic y con no hundirme. Ahora dicen que los pisos y las oficinas por vender se los quedarán los chinos. En Barcelona hay una barbaridad de chinos", añade Pont.

La jefa de ventas de Blaumare S A pone sobre su mesa los planos de su oferta en este bloque de primera línea. Aquí se alojó el equipo olímpico español, dice la vendedora, señalando la memoria de calidades y la lista de precios: 97 metros cuadrados, dos dormitorios y plaza de garaje por 38 millones de pesetas. "Queremos vender lo que nos queda lo antes posible. Es una verdadera oportunidad". La vendedora está convencida de que los villanos llegarán a la Villa en junio, cuando las familias con hijos que compraron viviendas se decidan a ocuparlas terminado el curso escolar.

Otro tanto opinan en La Vileta, el único horno con butifarras en este desierto de hormigón. "Se empieza a notar. Vienen incluso de Huesca. Vamos a abrir otro horno en primera línea. Esto es el futuro", dice un joven panadero, lanzando al aire una barra en forma de jabalina.

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