Relaciones frías entre un navarro y un marsellés

El nuevo primer ministro, Edouard Balladur, mantuvo, a su paso por el ministerio de Economía y Finanzas, entre 1986 y 1988, frías relaciones con las autoridades españolas. No se cuenta entre los apologistas del boom español de los ochenta.Carlos Solchaga, ministro de Economía y Hacienda, convivió con Balladur en las reuniones de ministros comunitarios. Todos los esfuerzos del navarro por conseguir algún gesto de simpatía o complicidad chocaron con la rigidez del marsellés nacido en Esmirna. Un conocedor de esos diálogos monosilábicos dice: "No es que fuera frío, era notoriamente ...

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El nuevo primer ministro, Edouard Balladur, mantuvo, a su paso por el ministerio de Economía y Finanzas, entre 1986 y 1988, frías relaciones con las autoridades españolas. No se cuenta entre los apologistas del boom español de los ochenta.Carlos Solchaga, ministro de Economía y Hacienda, convivió con Balladur en las reuniones de ministros comunitarios. Todos los esfuerzos del navarro por conseguir algún gesto de simpatía o complicidad chocaron con la rigidez del marsellés nacido en Esmirna. Un conocedor de esos diálogos monosilábicos dice: "No es que fuera frío, era notoriamente antipático con nosotros. Le molestaba que te acercaras e intentaras hacer un aparte".

Las frías relaciones entre ministros españoles y franceses son casi una tradición. El entonces ministro de Economía y Hacienda, Miguel Boyer, tuvo durante los años 1983 y 1984 varias peleas fuertes con la ministra de Agricultura Edith Cresson.

En los primeros meses de 1991 hubo otro choque importante. En medio de las tensiones monetarias, el entonces ministro de Economía y Finanzas, el superministro Pierre Bérégovoy, culpó a la sobrevaluación de la peseta, que según él, afectaba al franco en el Mecanismo de Cambios del Sistema Monetario Europeo (SME). La obsesión de Béré -más tarde primer ministro, hasta el pasado lunes- por la estabilidad del franco le llevó a ajustar cuentas con España a través de la prensa francesa. Las protestas de Solchaga fueron inmediatas. Porque, además, el Banco de España estaba sosteniendo de hecho al franco francés, ya que tenía una parte importante de sus reservas de divisas en francos.

Cresson, en 1991, fue más sensible a las protestas de Solchaga y ordenó a Bérégovoy cesar en sus diatribas contra la peseta.

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