Argumentos para fomentar la psicosís
Tres familias de Madrid estaban acongojadas el lunes 11 de enero. Sus hijas, estudiantes en la adolescencia, no habían regresado a casa después de salir a divertirse. Un soplo de inquietud se cernió en Madrid. Muchos recordaron entonces a las niñas de Alcàsser (Valencia), de quienes todavía por esas fechas se confiaba en que apareciesen con vida. El programa de Televisión Española Quién sabe dónde rastreó las posibles pistas de las niñas de Madrid y de Alcásser esa semana. La preocupación en los hogares era considerable: la emisión batió su record de audiencia. Había inquietud, pero tod...
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Tres familias de Madrid estaban acongojadas el lunes 11 de enero. Sus hijas, estudiantes en la adolescencia, no habían regresado a casa después de salir a divertirse. Un soplo de inquietud se cernió en Madrid. Muchos recordaron entonces a las niñas de Alcàsser (Valencia), de quienes todavía por esas fechas se confiaba en que apareciesen con vida. El programa de Televisión Española Quién sabe dónde rastreó las posibles pistas de las niñas de Madrid y de Alcásser esa semana. La preocupación en los hogares era considerable: la emisión batió su record de audiencia. Había inquietud, pero todavía no se había desencadenado la psicosis de unas semanas después.Dos de los casos madrileños, los de Sheila Espinosa y su amiga Eva, muy pronto se resolvieron como una fuga voluntaria. Pero la ausencia de Susana Ruiz, cuyo cadáver apareció ayer, preocupaba al Grupo de Menores.
El 27 de enero aparecían en condiciones de violencia extrema los cadáveres de Miriam García, Antonia Gómez y Desirée Hernández, las jóvenes de Alcàsser. La conmoción trascendió al dolor. Una marea de odio y deseos de venganza colectiva se desataron en toda España. A las mentes acudía también la foto, vestida de primera comunión, de Olga Sangrador Caballo, de nueve años, vecina de Villalón de Campos (Valladolid), divulgada tras su muerte, en la primavera de 1992. Como las muchachas valencianas, también había sido violada y asesinada por un hombre con permiso carcelario.
Muchos más nombres completan esta crónica de violación y muerte con menores en los últimos años. Como el de Ana Jerez, nueve años, de Huelva; decapitada, su cadáver aparece en el río Tinto, en febrero de 1991.
Fugas voluntarias
La policía recibe unas 5.000 denuncias al año por desaparición de menores, si bien el 40% de los chicos entre 15 y 18 años regresa. En Madrid, sólo el 6% de las 853 denuncias cursadas en 1991 y el primer semestre de 1992 están sin resolver. Pero una sola tragedia ensombrece la tranquilidad que aporta la estadística.
Y quedan los casos sin resolver. Un equipo de submarinistas de la Guardia Civil rastreará el fondo del pantano de Aguilar de Campoo (Palencia) dentro de las labores de búsqueda de Manuela Torres y Virginia Guerrero, de 15 y 3 años, dos niñas desaparecidas en ese municipio hace ahora 10 meses, informa David Hierro.