Editorial:

Espanto y talión

EN NUESTRA civilización, el espanto tiende a representarse mediante niños: los ataúdes blancos de Ortuella, la mirada de los huérfanos de Sarajevo, los hijos de los guardias civiles de Vic. Desde anteanoche, el espanto son esas tres adolescentes cuyos cuerpos han aparecido envueltos en una alfombra y enterrados cerca de Tous. La noticia de su desaparición y las conjeturas sobre su paradero alimentaron durante semanas los temores más profundos de millones de padres identificados con los sentimientos de los de esas tres niñas. Los ecos del drama llegaron a toda España a través de un programa tel...

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EN NUESTRA civilización, el espanto tiende a representarse mediante niños: los ataúdes blancos de Ortuella, la mirada de los huérfanos de Sarajevo, los hijos de los guardias civiles de Vic. Desde anteanoche, el espanto son esas tres adolescentes cuyos cuerpos han aparecido envueltos en una alfombra y enterrados cerca de Tous. La noticia de su desaparición y las conjeturas sobre su paradero alimentaron durante semanas los temores más profundos de millones de padres identificados con los sentimientos de los de esas tres niñas. Los ecos del drama llegaron a toda España a través de un programa televisivo cuyo éxito de audiencia refleja la inquietud existente en relación al fenómeno de las desapariciones de adolescentes.Por lo general, tales desapariciones guardan relación con crisis de la edad, frecuentemente asociadas a problemas de relación con los padres o depresiones por fracasos escolares. Pero si esas desapariciones han sembrado últimamente una especial inquietud, es porque se proyectan sobre una sociedad alarmada por noticias sobre raptos de jóvenes seguidos de violación y a veces de asesinato. La captura y puesta a disposición de la justicia de los autores es la respuesta de una sociedad civilizada a tales atrocidades. La utilización del dolor de otros niños, compañeros de las víctimas, para convertir el drama en espectáculo resulta indecente. Especialmente cuando, como ocurrió ayer en algunos espacios televisivos, se aprovecha la tensión vivida por esos niños durante más de dos meses para convertirlos en heraldos de la ley del talión.

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