CRIMEN RACISTA EN MADRID

Cuatro balas para cuatro rosas

Los vecinos temen que el suceso desencadene una escalada de violencia

Primero apedrearon La Brisa del Sur, el bar donde se reúnen los dominicanos en Aravaca. Luego pegaron carteles. contra la inmigración. Ahora asesinan a Lucrecia Pérez, de 33 años, y dejan malherido a un compatriota. Y pudieron ser más. Pero Enrique Céspedes, que estaba el sábado noche con sus compatriotas en la abandonada discoteca Four Roses (Cuatro Rosas), apagó casualmente la vela cuando se tiró al suelo nada más ver el resplandor de las pistolas que sostenían dos encapuchados.

Pedradas, amenanzas y tiros. Todo ha ocurrido en los últimos 15 días, a pesar de que los dominicanos llevan...

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Primero apedrearon La Brisa del Sur, el bar donde se reúnen los dominicanos en Aravaca. Luego pegaron carteles. contra la inmigración. Ahora asesinan a Lucrecia Pérez, de 33 años, y dejan malherido a un compatriota. Y pudieron ser más. Pero Enrique Céspedes, que estaba el sábado noche con sus compatriotas en la abandonada discoteca Four Roses (Cuatro Rosas), apagó casualmente la vela cuando se tiró al suelo nada más ver el resplandor de las pistolas que sostenían dos encapuchados.

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Pedradas, amenanzas y tiros. Todo ha ocurrido en los últimos 15 días, a pesar de que los dominicanos llevan dos años concentrándose en la plaza de la Corona Boreal de Aravaca, un barrio de 9.000 habitantes. Ayer volvieron a reunirse allí. Esta vez en una manifestación de duelo. Claveles y rosas envolvían un cartel apoyado en una farola de su plaza: "Hermana Lucrecia, tu crimen no quedará así. Castigo para los asesinos". Eran casi todos hombres. Las mujeres no consiguieron el permiso de sus señores para salir de las casas. A medianoche, el ambiente en la plaza era tranquilo, a la espera de la manifestación de solidaridad prevista para hoy.A pocos metros, el comedor del restaurante El Zaguán de Aravaca estaba vacío. "Me lo suponía. Cuando escuché en la radio el suceso de anoche me dije: hoy daría igual si no abriéramos" , comenta su responsable.

Sin embargo, los comerciantes de la zona no les temen. "Son inofensivos. Yo no he visto droga ni delincuencia, aunque sí algo de prostitución", comenta uno de ellos. "Pero la gente viene menos por aquí porque se está creando una fama muy mala. Ése es el problema".

Aravaca, ahora, está dividida y tiene miedo. Muchos vecinos reconocen que no les gusta la presencia de los dominicanos porque "gritan mucho", "se reúnen demasiados en un espacio muy pequeño" o "dicen palabrotas". Todo venial, no hay pecados capitales. Pero el suceso del sábado les hace temerlo peor.

Lazos negros

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"Ahora no se que va a pasar", comenta el carpintero Amando. "Mi tía, que tiene una frutería, está horrorizada. Ella está en contra de los inmigrantes porque dice que quitan el trabajo a los españoles". El sobrino, sin embargo, llevaba en el pecho un lazo negro prendido con un alfiler.

El médico de la casa de socorro, también cercana a la plaza, no tiene noticias de incidentes. "Sólo hemos atendido a dominicanos heridos en reyertas entre ellos , sobre todo los sábados", comenta. Ese día se reúnen en la discoteca Cuatro Dimensiones, de ambiente caribeño.

En la otra discoteca, en lo que queda de Four Roses, los dominicanos van a dormir. Allí. espera Ismael Amador que lleguen los jueves y los domingos para poder ver a su mujer, interna en una, casa por 60.000 pesetas en Madrid. "Debemos ahorrar ese dinero, yo no puedo alquilar una casa". Lucrecia, hace poco tiempo, también había encontrado una casa en la que trabajar. ,

Hace años, a la discoteca Four Roses no pasaba nadie que vistiera calcetines blancos. En la puerta aparcaban coches de hasta 30 millones de pesetas, y de sus puertas salían clientes bronceados por la nieve que pagaban 1.000 pesetas por cada copa.

Ahora, Four Roses se asemeja, a un teatro romano en ruinas, con columnas blancas de tres metros por donde pasean unos 30 dominicanos que aprietan los dientes con indignación. "No somos gente de problemas, pero que recuerden que sabemos defendemos. Muchos hemos sido policías y militares allá", explicaba uno de los dominicanos. Otro compatriota, Alonso Nova, que trabaja en un restaurante de Aravaca, confesó que nunca pasé tanto miedo.

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