Los musulmanes dicen "maktúb" ("estaba escrito")

Los musulmanes dicen "maktúb" (estaba escrito) cuando alguien muere o se salva; los occidentales, en la última hipótesis, dan gracias a Dios. Y todos cuando han pasado las primeras sacudidas, pero se ignora si vienen otras después, sienten pánico.Pánico en las calles, miedo en la ciudad, terror mientras se recorrían a toda prisa los pisos del edificio hasta la puerta, es lo que se sintió ayer en todo El Cairo, una ciudad de 16 millones de habitantes, antigua, vieja, cuyas casas se derrumban con frecuencia por sí solas sin necesidad de terremotos.

A eso de las 13.15 (hora peninsular espa...

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Los musulmanes dicen "maktúb" (estaba escrito) cuando alguien muere o se salva; los occidentales, en la última hipótesis, dan gracias a Dios. Y todos cuando han pasado las primeras sacudidas, pero se ignora si vienen otras después, sienten pánico.Pánico en las calles, miedo en la ciudad, terror mientras se recorrían a toda prisa los pisos del edificio hasta la puerta, es lo que se sintió ayer en todo El Cairo, una ciudad de 16 millones de habitantes, antigua, vieja, cuyas casas se derrumban con frecuencia por sí solas sin necesidad de terremotos.

A eso de las 13.15 (hora peninsular española), se sintió un fuerte golpe en lo más profundo de la tierra, mientras el suelo y las paredes se movían. Un edificio entero, un mastodonte de 17 pisos, se movía y toda la, manzana de casas, dos grandes bloques laterales -uno alberga la agencia France Presse, y el otro la sucursal egipcia del Banco Exterior de España-, parecían danzar. A la primera sacudida siguió una segunda; y luego, una tercera.

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Por la escalera corrían unos obreros que trabajaban en los pisos más altos, mujeres en batas de casa, en pijama, sin zapatos, hombres descalzos, descamisados, niños con rostros desencajados. Mientras descendíamos desde el piso 130 se veían los cajetines de la electricidad reventados por el vaivén, algunas ventanas rotas; y se escuchaba el estruendo de los objetos que caían por todas partes.

Un guardacoches sordomudo, asustado, emitía unos patéticos sonidos guturales casi tan terroríficos como el susto pasado.

El pánico de los automovilistas provocó grandes atascos en los puentes sobre el padre Nilo.

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Los pocos parques de El Cairo, las orillas del río, se llenaron inmediatamente de mujeres vestidas del negro típico egipcio, mientras los niños se colgaban de sus faldas.

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