Editorial:

Calvario emigrante

LAS AGUAS del estrecho de Gibraltar se han convertido en una barrera prácticamente infranqueable para los emigrantes que intentan atravesarla. Y en una trampa mortal para muchos de los que se arriesgan a surcarlas clandestinamente desafiando a la muerte en pequeñas ' embarcaciones que con frecuencia sucumben a las corrientes marinas. Pero la magnitud del fenómeno migratorio es tal que no sólo se hace sentir al otro lado del Estrecho; también en éste.Lo que sucede actualmente en la zona, que a partir del 15 de mayo de 1991 se ha convertido en la frontera sur de la Europa comunitaria -desde que ...

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LAS AGUAS del estrecho de Gibraltar se han convertido en una barrera prácticamente infranqueable para los emigrantes que intentan atravesarla. Y en una trampa mortal para muchos de los que se arriesgan a surcarlas clandestinamente desafiando a la muerte en pequeñas ' embarcaciones que con frecuencia sucumben a las corrientes marinas. Pero la magnitud del fenómeno migratorio es tal que no sólo se hace sentir al otro lado del Estrecho; también en éste.Lo que sucede actualmente en la zona, que a partir del 15 de mayo de 1991 se ha convertido en la frontera sur de la Europa comunitaria -desde que el Gobierno español impuso la obligación del visado de entrada a los ciudadanos magrebíes-, ilustra bien sobre el calvario que viven los emigrantes a ambos lados del Estrecho. Mientras en la delegación del Gobierno en Melilla 160 emigrantes ilegales intentaban sin éxito obtener la condición de refugiados políticos en un momento en que está prevista una reforma legal para endurecer su concesión, en este lado del Estrecho miles de magrebíes que retoman de vacaciones a sus países de origen se amontonan en los puertos españoles en condiciones verdaderamente lamentables.

Es cierto que la concentración vacacional de centenares de miles de ciudadanos del norte de África ha adquirido este año una dimensión inusual debido a la reciente huelga de los camioneros franceses. También ha sido negativo el conflicto laboral existente en una de las navieras que hacen la ruta del Estrecho, lo que ha reducido drásticamente los barcos en servicio. Pero al margen de estas circunstancias extraordinarias, el desfile por estas fechas de decenas de miles de emigrantes magrebíes por las carreteras españolas y su concentración masiva en los puertos del sur constituyen un fenómeno social que requiere, cada vez más, la atención solícita de las autoridades españolas. Aun admitiendo que las barreras migratorias son necesarias, y lo son sin duda, su paso no puede convertirse en una carrera de obstáculos cada cual más penoso para quienes lo realizan en uno o en otro sentido.

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