Editorial:

Los Siete y el mundo

LA REUNIÓN en Múnich de los jefes de Estado y de Gobierno de los siete países más ricos del mundo ha abordado un número muy elevado de problemas, y sobre una gran parte de ellos, los Siete han formulado declaraciones vagas, llenas de buenas intenciones, pero carentes de compromisos concretos para resolverlos. Desde la primera reunión del grupo, en 1975, en Rambouillet, y, más concretamente, desde la de Versalles de 1982, las cumbres anuales han ido ensanchando su temario. Esta evolución podría cuestionar la propia razón de ser de tales encuentros. No tiene mucho sentido que los Siete aprueben ...

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LA REUNIÓN en Múnich de los jefes de Estado y de Gobierno de los siete países más ricos del mundo ha abordado un número muy elevado de problemas, y sobre una gran parte de ellos, los Siete han formulado declaraciones vagas, llenas de buenas intenciones, pero carentes de compromisos concretos para resolverlos. Desde la primera reunión del grupo, en 1975, en Rambouillet, y, más concretamente, desde la de Versalles de 1982, las cumbres anuales han ido ensanchando su temario. Esta evolución podría cuestionar la propia razón de ser de tales encuentros. No tiene mucho sentido que los Siete aprueben textos de respaldo a declaraciones o tratados que ellos mismos han elaborado junto con otros países, bien sea sobre el Tratado de Maastricht, los acuerdos de Río. sobre medio ambiente o la ampliación del Tratado de No Proliferación Nuclear, etcétera. Tampoco sirven de mucho las frases generales sobre la conveniencia de la recuperación económica o el aumento del empleo.

El que mucho abarca poco aprieta, dice el refrán. Y lo que sobresale de la cumbre de Múnich es que sus respuestas en ciertos puntos decisivos son escasamente satisfactorias. En lo económico, el acuerdo para desbloquear la Ronda Uruguay sobre libre comercio ha sido imposible. Se ha repetido lo ocurrido en Houston y Londres en 1990 y, 1991, y por razones claramente electoralistas: ni Mitterrand ni Bush quieren hacer ahora concesiones que puedan disgustar a sus respectivos sectores agrarios. El primero, a causa del referéndum sobre Maastricht de septiembre; el segundo, antes de la elección presidencial de noviembre. La libertad de comercio -esencial para estimular la economía mundial- tendrá que esperar a diciembre, si no surgen otros obstáculos.

Rusia, con la presencia de Yeltsin, ha sido sin duda el tema-eje de la cumbre. Los Siete han manifestado su deseo de ayudar a la reforma en marcha y de dar a Yeltsin un respaldo -que en 1991 le fue negado -a Gorbachov- ante los crecientes peligros de un golpe comunista-conservador. Sin embargo, no se ha producido ninguna iniciativa nueva. Los créditos concedidos a Rusia -24.000 millones de dólares, acordados previamente .serán utilizados bajo el control del Fondo Monetario Internacional, que, por ahora, sólo ha desbloqueado 1.000 millones de dólares. La petición de Yeltsin de una moratoria en el pago de la deuda deberá ser gestionada en el Club de París, como han tenido que hacer otros países deudores.

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Tampoco puede considerarse satisfactoria la respuesta dada al importante tema de las centrales nucleares deficientes del Este de Europa: hay una decisión de ayudar a su saneamiento, pero sin compromiso económico por la! reservas de EE UU y Japón. Las reticencias de éste en lo, referente a la ayuda a Rusia son una forma de presión para arrancar concesiones sobre el asunto de las islas Kuriles, ocupadas por los rusos desde la Segunda Guerra Mundial. Yeltsin tiene una dificil papeleta tanto en esta cuestión como en la de la retirada del Ejército ruso de los países bálticos-planteadopor los Siete en Múnich- por su ineludible necesidad de ayuda económica. Pero ello aumenta los riesgos internos a causa del creciente nacionalismo que le acusa de capitular ante Occidente.

En cuanto al otro plato, fuerte de Múnich -la exYugoslavia-, los países más ricos del mundo han reforzado la tendencia ya esbozada en la CE, en la Conferencia sobró Seguridad y- Cooperación en Europa y en el Consejo de Seguridad de la ONU: la culpabilización más clara de Serbia como responsable de la guerra y el anuncio de un reforzamiento de las medidas internacionales -incluso militares, como un bloqueo naval- para que se respete el salvamento de Sarajevo. En todo caso, los Siete dejan muy claro que corresponde a la ONU tomar las decisiones en esta materia. Así debe suceder, porque sería peligroso que, por ser los países más ricos, pudiesen asumir decisiones claves en cuestiones de seguridad o de guerra. La legalidad internacional descansa en el papel de la ONU como órgano mundial, y es positivo que los Siete lo tengan en cuenta en esta compleja etapa del mundo.

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