Editorial:

Miseria

POCAS VECES un reportaje periodístico como el que ha publicado la revista norteamericana Time puede ser más oportuno en alguno de los aspectos descritos: señalaba la gran contradicción que supone asistir al alarde tecnológico y arquitectónico que es la Exposición Universal de Sevilla y, unos cientos de metros más lejos, al otro lado del Guadalquivir, comprobar la vida en chabolas.El incendio producido en la mañana de ayer, martes, en Móstoles, un barrio-dormitorio del Madrid Capital Cultural de Europa, aportaba el dato terrible de 12 muertos -nueve polacos y tres de etnia gitana- de un ...

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POCAS VECES un reportaje periodístico como el que ha publicado la revista norteamericana Time puede ser más oportuno en alguno de los aspectos descritos: señalaba la gran contradicción que supone asistir al alarde tecnológico y arquitectónico que es la Exposición Universal de Sevilla y, unos cientos de metros más lejos, al otro lado del Guadalquivir, comprobar la vida en chabolas.El incendio producido en la mañana de ayer, martes, en Móstoles, un barrio-dormitorio del Madrid Capital Cultural de Europa, aportaba el dato terrible de 12 muertos -nueve polacos y tres de etnia gitana- de un total de 20 habitantes de un piso sin luz, sin agua corriente, colchones por los suelos, miseria y hacinamiento, en suma. Para nadie es una novedad que el derrumbe del llamado socialismo real potenció la emigración de buena parte de sus ciudadanos: Polonia, Rumania, Albania..., una retahíla de paraísos artificiales sobradamente conocidos que muestran el. lado oscuro de las utopías dogmáticas. Lo lamentable es que quienes soportaron durante años la demagogia imperante recalaron en tierras en las que la ley de la jungla se reviste a veces de crudo pragmatismo.

Y así llegamos a un piso sin condiciones de habitabilidad, que es arrendado y subarrendado hasta extremos inimaginables, que es construido con materiales inflamables acogiéndose a que no existe una normativa clara contra incendios, al menos en ese tipo de materiales; que, además, recibe un Premio Nacional de Arquitectura hace 18 años, en las postrimerías del franquismo, y que, para colmo, está situado a dos manzanas del parque de bomberos, pese a lo cual tardaron cerca de treinta minutos en llegar y organizarse.

Es difícil asimilar tal cúmulo de despropósitos en la última década del siglo XX y en un país que anhela integrarse en el grupo de los más desarrollados de la Europa comunitaria. Alegar dificultades de convivencia, reprochar a los inquilinos de la vivienda un comportamiento antisocial, no es sino ocultar los hechos. Lo que no cabe es permanecer impasibles. Hay que reclamar las responsabilidades de todos y cada uno de los múltiples cuadros técnicos y políticos que han posibilitado tal derroche de crueldades objetivas.

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