Dos ancianas expulsadas de su pensión han vivido ocho días en la escalera

Matilde, que respira con bombonas de oxígeno, y María tienen los riñones doloridos después de ocho días vivendo en el rellano de la escalera. En el tercero derecha de la calle de Jardines, 11, en Madrid, está la pensión La Concepción, donde residían hasta el miércoles de la semana pasada. Esa tarde volvían de comprar leche y se encontraron en el descansillo al perro de María y los enseres empaquetados.

Las hermanas Matilde y María Martín Búrdalo, de 59 y 65 años, sólo se han movido de la escalera cuando unos familiares, enterados de su situación a través de los medios de comunicación, s...

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Matilde, que respira con bombonas de oxígeno, y María tienen los riñones doloridos después de ocho días vivendo en el rellano de la escalera. En el tercero derecha de la calle de Jardines, 11, en Madrid, está la pensión La Concepción, donde residían hasta el miércoles de la semana pasada. Esa tarde volvían de comprar leche y se encontraron en el descansillo al perro de María y los enseres empaquetados.

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Las hermanas Matilde y María Martín Búrdalo, de 59 y 65 años, sólo se han movido de la escalera cuando unos familiares, enterados de su situación a través de los medios de comunicación, se acercaron a recogerlas en dos vehículos -un Audi y un Mercedes- en la tarde de ayer. Durante estos días, los vecinos, los numerosos clientes de la pensión, incluso los propietarios del establecimiento, han pasado junto a ellas cada día, y las han visto tiradas en los peldaños.Las hermanas tenían de plazo hasta el viernes pasado para dejar la habitación, pero, según cuentan ellas, los propietarios, Luis Rubio y su hermano, no quisieron esperar. Ellas les debían 50.000 pesetas (22 días de pensión). María llevaba un año allí, y cuatro meses su hermana. El matrimonio encargado de llevar el hostal asegura que las estaban apremiando desde hace unos meses. La encargada, que rehusó dar su nombre, explicó (a través de una gran mirilla de radios) que les ha pagado un mes con su dinero.

Hace una semana salieron, confiadas, a comprar leche, y al regresar vieron sus enseres en la escalera. Habían dejado, como siempre, las llaves en la pensión. "Lo empaquetaron todo, lo sucio revuelto con lo limpio, yo me he vuelto loca buscando una prenda interior para mudarme", dice María. 'Las botellas de oxígeno las dejaron dentro de la pensión hasta el día siguiente, y eso que tengo que estar respirando con ellas 22 horas al día", se lamenta Matilde. También sacaron al perro de María, al que adora: "Tiene 13 años, padece del corazón y le dan ataques epilépticos".

Pilar Lorente, directora de Servicios Sociales en el Ayuntamiento, dice que la asistente social a la que llamaron tras el desalojo no había conseguido convencerlas para que se movieran de allí, porque ellas no querían abandonar sus pertenencias.

Anteanoche, Matilde tuvo que ir a urgencias. Desde enero padece una afección en los bronquios, por lo que ha de respirar con una bombona de oxígeno. Matilde tuvo que dejar su trabajo -asistía a una anciana de 96 años- al enfermar. Y anteanoche se ahogaba. Achaca el empeoramiento al polvo que había tragado por el lijado de las escaleras. A las pocas horas le dieron el alta.

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Ayer, después de ocho días, tenían el cuerpo reventado. Matilde ha permanecido sentada sobre una maleta y una bolsa de ropa; María, en las escaleras: "Voy a soñar con escaleras". Cuentan que los vecinos les llevaban "un platito de sopa, o leche caliente".

El techo que las cobijaba en la pensión no era ninguna maravilla. Matilde describe su habitación: "Sin un enchufe, con cucas [cucarachas], un agujero en la pared y con humedades" '

Las hermanas iban pagando la habitación -1.000 y 1.300 pesetas diarias- más mal que bien. Se arreglaban con alguna ayuda de la hija de María y con una pensión de 30.000 pesetas de Matilde. "Destinábamos siempre el dinero a pagar las habitaciones; luego, comíamos si nos llegaba".

María ha trabajado, hasta los 65 años, como asistenta. Ahora espera recibir una pensión no contributiva. Tienen cinco hermanos, pero no se llevan bien con los que viven en Madrid. Una hija de María -Juana, de 34 años- le ayuda en lo que puede, pero no se entiende con su yerno. Los mismos problemas sufre con su nuera, esposa de un hijo del que no sabe nada. Y exclama: "Ya ves qué suerte tengo yo en la vida". Unas horas más tarde, unos familiares recogieron a las dos hermanas.

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