Cartas al director

España y el clima

España está sometida a la implacable lógica del clima: nuestro país ha caído en una terrorífica, espiral climática que le conducirá, inexorablemente, hacia su transformación en un desierto. El proceso de deforestación del territorio español, iniciado en la Edad Media, ha alcanzado tal gravedad que origina un clima anticiclónico casi permanente sobre la península Ibérica; los anticiclones se estabilizan sobre nuestro territorio e impiden la entrada de los frentes húmedos procedentes del Atlántico.

A medida que aumenta año tras año el número de días soleados, disminuyen al mismo tiempo l...

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España está sometida a la implacable lógica del clima: nuestro país ha caído en una terrorífica, espiral climática que le conducirá, inexorablemente, hacia su transformación en un desierto. El proceso de deforestación del territorio español, iniciado en la Edad Media, ha alcanzado tal gravedad que origina un clima anticiclónico casi permanente sobre la península Ibérica; los anticiclones se estabilizan sobre nuestro territorio e impiden la entrada de los frentes húmedos procedentes del Atlántico.

A medida que aumenta año tras año el número de días soleados, disminuyen al mismo tiempo las precipitaciones; las reservas hidráulicas disminuyen y los incendios forestales reducen cada año la superficie de nuestros exiguos bosques. Las temperaturas suben, año tras año, debido al efecto invernadero: los inviernos se parecen cada vez más a las primaveras (muchos días de sol y muy pocas lluvias), las primaveras se asemejan a los veranos de hace 20 o 25 años y los veranos se han convertido en un infierno debido a las cada vez más frecuentes entradas de vientos procedentes del Sáhara.

El diabólico proceso en el que ha entrado el clima de la península Ibérica se realimenta año tras año: a más calor, menos humedad; a menos humedad, menos vegetación; a menos vegetación, menor evaporación y mayor estabilidad de los anticiclones, lo cual conduce a un nuevo aumento de la insolación y de las temperaturas. Y -así indefinidamente, hasta que la península Ibérica se convierta en una prolongación del inhabitable desierto del Sáhara.-

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