Tribuna:

Andén

Sé muy bien que hay asesinos, guapos, estafadores simpáticos, políticos corruptos, periodistas canallas y policías sádicos, todos muy entretenidos, pero no me gusta que estén en el mismo andén del metro esperando el convoy que yo espero. Amo el espectáculo de la vida sobre todas las cosas. Por eso me fascina tener a estos tipos tan excitantes en el andén de enfrente y contemplar sus hazañas como en un escenario sabiendo que ellos después van a viajar siempre en sentido contrario en otro vagón. Me gustaría que el foso que separa ambos andenes de esta misma estación fuera totalmente insalvable. ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Sé muy bien que hay asesinos, guapos, estafadores simpáticos, políticos corruptos, periodistas canallas y policías sádicos, todos muy entretenidos, pero no me gusta que estén en el mismo andén del metro esperando el convoy que yo espero. Amo el espectáculo de la vida sobre todas las cosas. Por eso me fascina tener a estos tipos tan excitantes en el andén de enfrente y contemplar sus hazañas como en un escenario sabiendo que ellos después van a viajar siempre en sentido contrario en otro vagón. Me gustaría que el foso que separa ambos andenes de esta misma estación fuera totalmente insalvable. Desearía que la suerte me deparara gente saludable, inteligente y discreta para ir con ella de camino hasta el final del trayecto, y eso es algo que uno debe pedir todos los días a los dioses. En la otra plataforma no sólo están los héroes ruidosos que llenan de lodo y violencia los periódicos cada mañana; también hay allí pequeños miserables sin rostro cuya trayectoria deseas que nunca se cruce con la tuya. A veces uno vislumbra que alguien en el otro lado refleja esa parte de ti mismo que odias. En este tiempo tan convulso se necesita mucha inteligencia para distinguir entre el escándalo y el exhibicionismo, la lucha contra la corrupción y el afán de venganza, la moderación y la cobardía, el silencio y su precio, la denuncia y su valor, la ambición y el espíritu de justicia. En medio de la furia que azota a esta sociedad, lo mejor es no salir de casa para estar a salvo y conservar en lo posible algunas virtudes clásicas: la ingenuidad, la fe en las personas, la templanza y cierto grado de decencia a la antigua. Este vendaval de intrigas que impera en la calle hace que todo el mundo se sienta culpable como si en una novela policiaca en el último capítulo se descubriera que el asesino es el propio lector. Pero el tren pasa siempre dividiendo los dos andenes de la estación. Es maravilloso ver a un elenco de políticos y financieros dándose cuchilladas enfrente. A este lado sólo está. la gente sencilla que va en dirección contraria mirando el espectáculo.

Sobre la firma

Archivado En