Caso resuelto

La policía madrileña tiene en su archivo numerosos casos pendientes. Sin embargo, el del urólogo Eugenio Rivero Sánchez, de 56 años, está resuelto. O a punto de ser completamente resuelto, ya que el juez ha puesto en libertad a algunos de los detenidos por su implicación en. el homicidio.Rivero murió el 9 de junio del año pasado, tras recibir un disparo en la nuca de manos de un desconocido que le atacó cuando acababa de abandonar su domicilio del número 39 de la calle de Maldonado, de Madrid. Se dirigía a comprar unos churros y a lllegar a la confluencia de las calles de Diego de León y Caste...

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La policía madrileña tiene en su archivo numerosos casos pendientes. Sin embargo, el del urólogo Eugenio Rivero Sánchez, de 56 años, está resuelto. O a punto de ser completamente resuelto, ya que el juez ha puesto en libertad a algunos de los detenidos por su implicación en. el homicidio.Rivero murió el 9 de junio del año pasado, tras recibir un disparo en la nuca de manos de un desconocido que le atacó cuando acababa de abandonar su domicilio del número 39 de la calle de Maldonado, de Madrid. Se dirigía a comprar unos churros y a lllegar a la confluencia de las calles de Diego de León y Castelló cayó fulminado por un balazo del 9 corto.

Rivero Sánchez, padre de una joven de 16 años, había enviudado ocho meses antes de su muerte. Poco antes, había sufrido un infarto. Por eso, cuando la policía avisó a su familia de que estaba hospitalizado en la clínica San Camilo, sus parientes creyeron que se debía a que se le había repetido el ataque.

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El Grupo de Homicidios de la Brigada Judicial sospechó inicialmente que el asesinato podía ser obra de la organización terrorista GRAPO. Esta hipótesis fue manejada por el hecho de que el urólogo hubiese trabajado con anterioridad en el hospital Gregorio Marañón, donde habían recibido tratamiento varios activistas que se hallaban en huelga de hambre. Las investigaciones posteriores descartaron esta hipótesis.

Más tarde, las pesquisas se volcaron en las amenazas vertidas contra el urólogo por la familia de un paciente. Pero estas advertencias, que habían llegado en forma de una carta repleta de faltas de ortograflia, carecían de base. La policía centró sus investigaciones en la vida privada del médico, al creer que ahí estaba la clave del caso.

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