La corrala de Babel

Las difíciles relaciones entre los apiñados vecinos de un edificio centenario

Personajes extraños, simpáticos, oscuros o amables conviven en la corrala que subsiste en el número 5 de la calle de Morejón, en pleno Chamberí, según los calificativos que ellos mismos se reparten. Este edificio antiguo y remozado puede parecer una torre de Babel o un cruce de varios caminos que llegan de los lugares más dispares. Los 33 vecinos que sobreviven allí, en viviendas que en algunos casos no superan los 12 metros cuadrados, han aprendido a conllevarse en su hacinamiento. El edificio acaba de cumplir 100 años.

La puerta del viejo portal, presidida por la placa del número 5, p...

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Personajes extraños, simpáticos, oscuros o amables conviven en la corrala que subsiste en el número 5 de la calle de Morejón, en pleno Chamberí, según los calificativos que ellos mismos se reparten. Este edificio antiguo y remozado puede parecer una torre de Babel o un cruce de varios caminos que llegan de los lugares más dispares. Los 33 vecinos que sobreviven allí, en viviendas que en algunos casos no superan los 12 metros cuadrados, han aprendido a conllevarse en su hacinamiento. El edificio acaba de cumplir 100 años.

La puerta del viejo portal, presidida por la placa del número 5, permite el acceso a un estrecho patio al que una tenue luz otorga un aspecto frágil y delicado. En la calle, a la izquierda del portal, un bar, La Borrachería, presenta también un sabor añejo y nostálgico. Allí se dan cita con sus llamativos atuendos y máquinas los conductores de motos Harley Davidson. Su propietario, "un tío simpático", según los vecinos, paga 150 pesetas de alquiler por el establecimiento.En el interior, en las 33 viviendas habitadas de las 41 que tiene el edificio, "hay de todo", dicen bajando la voz los contertulios que se han dado cita en torno a la barandilla del primer piso, desde donde se observan las columnas de hierro que sustentan la corrala, de un aspecto descuidado.

Entre bromas y risas, mientras Antonio murmura: "Esto ya no es lo que era", se presenta Dorni, una forofa del Real Madrid que hace dos domingos salió "por la tele diciéndole no sé qué al árbitro". La casa de la merengue, situada en la planta baja, no supera los 12 metros cuadrados, pero tiene una habitación, salita, cocina y baño, todo reducido a la mínima expresión. Y eso sí, presidido por almohadas, bufandas, gorras y fotografías de su equipo. En la puerta, plantas que riega todos los días.

Sus vecinos de planta, muchos extranjeros, suelen trabajar tarde y no se les ve mucho, pero son amables, no tiene quejas.

No ocurre lo mismo, y en eso hay coincidencia, con "la del segundo izquierda", de quien afirman todos que, al parecer, "la pobre se separó y ahora que le han quitado los hijos se ha vuelto loca". Aunque últimamente está más tranquila, desde que vive con cuatro hombres africanos, en alguna ocasión intentó quemar su casa y se deja los grifos abiertos, según se cuenta en el vecindario. Todos consideran no grata su presencia y han recogido firmas para que sea trasladada a un centro de atención. El ocupante de la vivienda contigua, que recientemente ha tenido un bebé, tuvo que amenazarla con una escopeta, incidente que denunció él mismo a la policía, para que dejase de cortar con una cuchilla de afeitar los pañales de su hija.

Aunque los días de organillo, sangría, adornos, tortilla, tertulias y juergas han quedado atrás, algunos de los habitantes de la corrala intentan recuperar ese sabor en este 100 cumpleaños. "Difícil tarea", dicen moviendo la cabeza los que se llevan bien.

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Otros pintorescos habitantes son una chica y un chico muy jóvenes, que tienen una niña y que viven en condiciones infrahumanas, según sus vecinos; unas señoras mayores; familias con cinco hijos apiñados en 20 metros cuadrados; un anciano intelectual dedicado a sus libros o un vividor de 81 años que se ha codeado con personajes destacados del mundo de la farándula y de las letras y que no quiere aparecer en las fotos, "quizá por miedo a que le reconozcan".

Peleas frecuentes

Aunque menos que antes, las peleas de vecinos son frecuentes. Una señora que vive sola y está sorda gusta de poner el volumen de su televisor demasiado elevado, lo que provoca las iras de su vecina de abajo, quien trabaja de noche y duerme de día. Una casa en la que nadie se aburre.Las viviendas, cuyos habitantes han ido acondicionando con el transcurso de los años, no son precisamente un lecho de comodidades. Muchas de ellas no disponen aún de cuarto de baño, las humedades son frecuentes y, como si de una historieta de tebeo se tratase, uno de los vecinos cuenta que cuando en la casa del piso de abajo dan un portazo en la suya se funde una bombilla.

Cien años han transcurrido desde que en 1891, según la inscripción de una placa sobre la puerta del edificio, se levantase la corrala de la calle de Morejón.

En alguna de sus viviendas destaca la desidia y el abandono del casero, propietario de todo el edificio, según las quejas de los inquilinos. Todos pagan alquileres que oscilan entre las 150 y las 10.000 pesetas.

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