Retorno al Pozo

El alcalde recorre a paso ligero el Pozo del Tío Raimundo arrastrado por los vecinos

Hace 30 años, el universitario José María Álvarez del Manzano acudió al Pozo del Tío Raimundo para ayudar al padre Llanos, símbolo de la lucha a favor de los barrios marginados de Madrid. Ayer volvió, esta vez como alcalde y con más prisa. Los vecinos del Pozo han decidido luchar contra el abandono municipal en el que, dicen, vive la zona. El pasado 19 devolvieron al Ayuntamiento los recibos de la contribución urbana. "Somos ciudadanos de tercera con impuestos de primera", afirman. El alcalde prometió entonces una visita, que ayer llevó a cabo.

Las inmediaciones del centro cívico del Po...

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Hace 30 años, el universitario José María Álvarez del Manzano acudió al Pozo del Tío Raimundo para ayudar al padre Llanos, símbolo de la lucha a favor de los barrios marginados de Madrid. Ayer volvió, esta vez como alcalde y con más prisa. Los vecinos del Pozo han decidido luchar contra el abandono municipal en el que, dicen, vive la zona. El pasado 19 devolvieron al Ayuntamiento los recibos de la contribución urbana. "Somos ciudadanos de tercera con impuestos de primera", afirman. El alcalde prometió entonces una visita, que ayer llevó a cabo.

Las inmediaciones del centro cívico del Pozo estaban, a las siete de la tarde, llenas de gente expectante. Faltaba el padre José María Llanos, acosado por los años y recluido en su domicilio.El presidente de la Asociación de Vecinos, Agustín Zamora, desgranaba el rosario de problemas del barrio mientras esperaba al alcalde. "Lo principal es que más de la mitad del Pozo está sin recepcionar, es decir, sin ser asumido por el Ayuntamiento. Es de locura. El servicio de limpieza, como el de jardinería, sólo está previsto para la otra mitad del barrio. El mantenimiento del alumbrado lo tenemos que resolver yendo del Instituto de la Vivienda al Ayuntamiento y de ahí a la cooperativa eléctrica. La mitad de las farolas están estropeadas".

La lista siguió con las contribuciones de los vecinos presentes. "Teniendo un mercado de drogas a 100 metros (La Celsa) no hay programas de prevención, ni de ocio, ni funciona el polideportivo. El centro cívico está parado y lo quieren politizar, nombrando ellos a un director del partido. Los autobuses municipales se caen a pedazos".

A las 19.20 apareció José María Álvarez del Manzano. Con él llegaron el concejal de Urbanismo, José Ignacio Echevarría; el de Educación, Jose Gabriel Astudillo; Félix López Rey y Francisco Garrido, concejales de IU y PSOE respectivamente, y la presidenta de la Junta Municipal, Elena de Utrilla. "Es la primera vez que se asoma por aquí", decían con sorna los presentes. "Le hemos pedido cuatro veces una entrevista y no ha habido manera".

La Asociación de Vecinos había programado un recorrido por el barrio con el que el alcalde no contaba. Pero la masa se impuso, y allá fueron todos a paso ligero. Por el camino, los representantes vecinales le iban contando los problemas, interrumpidos de vez en cuando por las mujeres más osadas, que aprovechaban para expresar sus deseos. "Mira, el alcalde de Manzanero. Pídele un piso, Carmen!. Los agentes de la Policía Municipal se volvían locos y los chiquillos pugnaban por acercarse a él.

Al pasar por la calle de Lele del Pozo, las farolas, hasta entonces apagadas, se iluminaron de pronto ante el regocijo de los presentes. "¡Vaya, mira como notan que está aquí el alcalde!" Después vinieron las escombreras que rodean el sureste del barrio, y el parque de Las Malvinas, "el mayor picadero del mundo", cerca del poblado de La Celsa.

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"Señor Naranjo"

El grupo se bifurca: la cabeza por un lado, el grueso y la policía por otro. Se vuelven a juntar. "¡Viva el alcalde, que para eso es del PP!", gritó un hombre enjuto, de cejas espesas. "El señor Naranjo viene aquí, pero luego nos sube los impuestos y el autobús". El protestón fue acallado por la masa. "Pues a mí me da igual el partido que sea, la cosa es que mire por nosotros", contestó enfadada una señora. El alcalde ponía cara de póquer."Le están llevando por las calles buenas", comentaba otra mujer. "Ahora lo llevas por mi calle, y que vea mi casa espacial, que tengo medio techo de teja y el otro medio de plásticos, porque se me voló". "Tendrían que ponernos un mercado", sugería otra.

Por entonces ya se había rebasado el campo de fútbol, en mal estado. La voz del hombre de cejas espesas se volvió a escuchar: "Como el señor Naranjo se porte bien, le hacemos una estatua de bronce". "¡Que se callee!".

Fin del recorrido. Del frío invernal se pasa al calor del salón de actos del centro cultural, lleno hasta los topes. "¡Qué alto es!", comentaban admiradas unas señoras.

El presidente de la Asociación de Vecinos del Pozo recuerda la reunión mantenida con el alcalde, al que agradece su "buen -talante", y repasa de nuevo el listado de quejas.

"He venido por dos motivos", respondió Álvarez del Manzano. "Uno, para que conozcáis al alcalde, que quiere dar la cara. El segundo, para adquirir ante vosotros la responsabilidad de oír los problemas y el compromiso de trabajar para arreglarlos".

El alcalde pidió tiempo. "No quiero plazos. No soy rey mago, sabéis que las cosas no se arreglan de golpe y todo no depende de mí. Hay que lograr un acuerdo entre el Ayuntamiento y la Comunidad. Esta no es una visita de turismo. Estoy dispuesto a trabajar duro y a rendir cuentas".

Después de la reunión, el alcalde, seguido por la multitud, inauguró las dos bibliotecas del centro (para niños y para adultos), abiertas el 15 de octubre pasado.

Álvarez del Manzano cortó la cinta y dio un pedazo al concejal Astudillo y otro al presidente de la Asociación de Vecinos. Fue el acabóse. "¡Alcalde, alcalde, déme a mí también, que tengo cara de buena!", decía una niña. Una marabunta de críos se le echó encima.

Rescatado por su equipo, el alcalde repartió unas insignias. con el oso y el madroño, y leyó cuentos con los pequeños, que se le habían pegado como lapas.

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