Winston Silcott fue acusado de asesinato mediante informes falsos de la policía británica

El 6 de octubre de 1985, Broadwater Farm vivió una jornada de violencia racial en la que murió un policía, el agente Keith Blakelock, cuyo cuerpo sufrió 40 puñaladas. Winston Silcott fue acusado del homicidio y condenado a cadena perpetua, pero el pasado martes, cuando el caso de Silcott llegó por segunda vez al Tribunal de Apelación, se supo que la transcripción del interrogatorio de Silcott fue burdamente amañada para que de ella se dedujera su culpabilidad.

La de Winston Silcott no es una historia ejemplar. Es la historia infeliz de un matón de barrio en quien se volcaron la rabia y ...

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El 6 de octubre de 1985, Broadwater Farm vivió una jornada de violencia racial en la que murió un policía, el agente Keith Blakelock, cuyo cuerpo sufrió 40 puñaladas. Winston Silcott fue acusado del homicidio y condenado a cadena perpetua, pero el pasado martes, cuando el caso de Silcott llegó por segunda vez al Tribunal de Apelación, se supo que la transcripción del interrogatorio de Silcott fue burdamente amañada para que de ella se dedujera su culpabilidad.

La de Winston Silcott no es una historia ejemplar. Es la historia infeliz de un matón de barrio en quien se volcaron la rabia y la corrupción de la policía, la ineficiencia y la pereza de los jueces. Silcott es sinónimo de vergüenza para la justicia británica.La violencia que aquel domingo de octubre de 1985 acabó con la vida de un policía y causó heridas a otros 223, tuvo una reacción policial a la altura: 60 detectives registraron 271 domicilios y, arrestaron a 369 personas. Uno de los detenidos era un joven y corpulento negro de 26 años, Winston Silcott, en libertad provisional pendiente de juicio por el homicidio de un conocido matón local, Anthony Smith.

El 13 de octubre, tras interrogarle, el superintendente Graham Melvin acusó a Silcott y a otros dos jóvenes, del asesinato del policía Blakelock.

Desde el martes, se sabe que los supuestos testigos del asesinato no habían visto otra cosa que una fotografía del diario sensacionalista The Sun en la que Silcott aparecía bajo el titular Asesino y con un pie que le calificaba de simio sonriente. Han hecho falta seis años y una intensa campaña de varias organizaciones cívicas para que el simio sonriente volviera a ser humano.

El Ministerio del Interior ha suspendido al superintendente Melvin. Pero el error no puede atribuirse a un sólo policía, sino a todo Scotland Yard y a todo el sistema judicial, cuya eficacia y honradez ponen en cuestión otros errores escandalosos: los Seis de Birmingham, los Cuatro de Guilford, los Siete de Maguire... Y están pendientes de revisión otros dos casos, el de Judith Ward y el de los supuestos asesinos del niño Carl Bridgewater, en los que es previsible un nuevo resultado bochornoso para la policía y los jueces británicos.

Silcott seguirá en prisión por el asesinato de Anthony Smith.

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