El francés Gerard d'Alboville atraviesa el océano Pacífico a remo y en solitario

A los franceses les faltaban ayer superlativos para ensalzar a su compatriota Gérard d'Aboville, el hombre que acaba de atravesar en solitario y a remo el océano Pacífico. Tras 134 días de una penosísima travesía, d'Aboville, un testarudo aristócrata bretón de 46 años de edad, llegó en la noche del jueves al puerto de Ilwaco, en el estado norteamericano de Washington. Había comenzado su travesía en el puerto japonés de Choshi, a 10.000 kilómetros de distancia en el mes de julio. Once años atrás, el mismo navegante había franqueado por el mismo método el Atlántico.

"¡Tierra!", titulaban ...

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A los franceses les faltaban ayer superlativos para ensalzar a su compatriota Gérard d'Aboville, el hombre que acaba de atravesar en solitario y a remo el océano Pacífico. Tras 134 días de una penosísima travesía, d'Aboville, un testarudo aristócrata bretón de 46 años de edad, llegó en la noche del jueves al puerto de Ilwaco, en el estado norteamericano de Washington. Había comenzado su travesía en el puerto japonés de Choshi, a 10.000 kilómetros de distancia en el mes de julio. Once años atrás, el mismo navegante había franqueado por el mismo método el Atlántico.

"¡Tierra!", titulaban al unísono en sus primeras páginas el diario deportivo L'Equipe, el comunista L'Humanité y el popular Le Quotidien de Paris. "Ha llegado el nuevo galeote", proclamaba Liberation, que consagraba cinco páginas a la hazaña del navegante bretón. "Rey de los océanos", denominaba a d'Aboville France-Soir.D'Aboville ha realizado la gesta increíble de unir Japón y Estados Unidos con la mera fuerza de sus brazos. Durante 10.000 kilómetros, este descendiente de guerreros bretones combatió con el más primitivo medio de propulsión las corrientes, los tifones, el cansancio, las heridas, la soledad y la angustia. En 34 ocasiones a lo largo de la travesía, el navegante tuvo que enderezar su frágil embarcación, la canoa ultraligera Sector. Las terribles olas del Pacífico la hacían volcar cada dos por tres.

En el siglo de las revoluciones tecnológicas de los medios de comunicación y transporte, en un mundo cada vez más interesado y materialista, el carácter inútil, absurdo, enloquecido de la gesta del navegante bretón es lo que despierta mayor admiración. Los medios de comunicación franceses le comparaban ayer a los Argonautas, Colón, Magallanes y Neil Armstrong, pero luego, tras reflexionar, recordaban que todos aquellos aventureros perseguían un objetivo material. A D'Aboville, en cambio, sólo le ha guiado la búsqueda de la aventura por la aventura.

En 1980, el Atlántico

En 1980 D'Aboville ya había atravesado el Atlántico en una canoa llamada Captain Cook, que él había construido con sus manos. Tras recorrer a remo durante 71 días un total de 5.200 kilómetros, el bretón había declarado a la Prensa que nunca más volvería a hacer una cosa semejante. En los años siguientes, sus aventuras se habían limitado a hacer en moto el París-Dakar y a viajar en barco por el río Níger.Pero descendiente de un noble que, a los 15 años, se sumó a la expedición norteamericana de La Fayette, D'Aboville no podía vivir sin volver a intentar una locura. El pasado 11 de julio, salió del puerto japonés de Choshi anunciando, ante la indiferencia y el escepticismo general, que pensaba atravesar a remo el Pacífico. Sólo su mujer, hija de un diplomático inglés, y sus dos hijos le tomaron al pie de la letra.

Esta vez, su ligera, sólida e insumergible piragua había sido construida por el arquitecto francés Jean Berret; 150 kilos de carbono y espuma, con 8 metros de largo y una anchura máxima de 1'80 metros.

En la noche del jueves, al llegar a la bahía de Ilwaco, el navegante levantó los brazos formando la V de la victoria. Este año, cuatro barcos se habían ido a pique en esa bahía. D'Aboville fue ayudado durante 15 minutos. Un mínimo empujón para su hazaña.

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