EL CONFLICTO EN LOS BALCANES

Plakir ha dejado de ser un lugar seguro

MIRJANA TOMIC ENVIADA ESPECIALLa entrada al hotel Plakir está tapizada de cristales rotos y decorada con agujeros de granadas. Coches carbonizados permanecen ante la puerta. El último piso no está habitable: granadas destruyeron el techo y la lluvia se cuela en las habitaciones.Más de 700 refugiados de los pueblos de los alrededores de Dubrovnik que huyeron ante el avance del Ejército federal buscaron un lugar seguro en el hotel Plakir, construido en 1976 en el parque-península Babin Kuk, integrado en el lujoso complejo hotelero de Dubrovnik. Plakir fue edificado en la cima de la península, co...

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MIRJANA TOMIC ENVIADA ESPECIALLa entrada al hotel Plakir está tapizada de cristales rotos y decorada con agujeros de granadas. Coches carbonizados permanecen ante la puerta. El último piso no está habitable: granadas destruyeron el techo y la lluvia se cuela en las habitaciones.Más de 700 refugiados de los pueblos de los alrededores de Dubrovnik que huyeron ante el avance del Ejército federal buscaron un lugar seguro en el hotel Plakir, construido en 1976 en el parque-península Babin Kuk, integrado en el lujoso complejo hotelero de Dubrovnik. Plakir fue edificado en la cima de la península, con la fachada perforada de ventanales para ofrecer una magnífica vista panorámica sobre el mar. Esta posición ideal para el goce turístico se ha convertido en blanco para los morteros y granadas del Ejército federal, que dispara desde las colinas del otro lado del puerto principal de Dubrovnik, en Gruz.

Plakir ya no es un lugar seguro, pero los refugiados no tienen adónde ir. Dubrovnik está asediado y los demás hoteles llenos. La gente duerme en las habitaciones sin cristales, a merced del viento y la lluvia.

La Cruz Roja intenta convencer a las mujeres y a los niños -los hombres tienen prohibido abandonar Dubrovnik- para que se trasladen a la isla Korcula, donde todavía no ha habido combates.

"Yo no quiero irme de aquí", dice Jela, campesina de Radovcici, pueblo en KonavIe, región agrícola al sur de la ciudad de Dubrovnik. "Primero tuve que abandonar mi casa con toda la familia, incluidos los niños y mi abuela ciega de 84 años. Pensamos que aquí estaríamos seguros. Pero ¿quién nos garantiza la seguridad en Korcula?". Jela cultivaba higos, verduras y uvas y vendía sus productos a las ciudades de la costa montenegrina. "Vivimos como hermanos con los montenegrinos. Luego llegaron los reservistas montenegrinos, destruyeron nuestras casas y nos robaron todo. No sé cómo podremos volver a vivir juntos".

Jela está satisfecha con las condiciones en Plakir. Lo importante es sobrevivir. Se come dos veces al día. Cuando hay gas a mediodía se sirve la comida caliente. El agua salada sirve para lo esencial de la higiene.

Slavka, de 61 años, bajó de un pueblo de Bosnaka, colina sobre Dubrovnik, donde las fuerzas croatas desplegaron sus tropas y evacuaron a la población. Slavka y su marido tenían, como la mayoría de la gente en esta zona, una casa de piedra y algo de ganado. "¿Qué habrá pasado con mis gallinas, mis cerdos y mi casa?", se pregunta y llora la mujer, para la cual Dubrovnik era una ciudad grande y lejana.

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Varios ancianos murieron en Plakir en el último mes. Era gente que nunca había abandonado sus pueblos de piedra, donde guardaban celosamente su tradición desde los tiempos de la república de Dubrovnik. Ahora sus casas ya no existen. Los niños, por su parte, deambulan por el hotel jugando con los cristales. Ninguno va a la escuela. No hay escuelas.

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