REZAR POR LA PAZ

Miembros de la delegación israelí oraron en la sinagoga de Madrid

Pocos templos religiosos debe de haber en España donde se escuche mayor variedad de idiomas que en la sinagoga de la calle de Balmes, en el barrio de Chamberí. Francés, alemán, inglés, italiano, español, y por supuesto, hebreo. La calle es estrecha y fea, pero el despliegue interno del servicio de seguridad y el de la policía y agentes secretos en el exterior era equiparable al de los edificios más protegidos de Madrid. Varios miembros de la delegación israelí -los más religiosos- acudieron andando, y otros en coches blindados.

En la fachada de la sinagoga quedan los escombros de una ob...

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Pocos templos religiosos debe de haber en España donde se escuche mayor variedad de idiomas que en la sinagoga de la calle de Balmes, en el barrio de Chamberí. Francés, alemán, inglés, italiano, español, y por supuesto, hebreo. La calle es estrecha y fea, pero el despliegue interno del servicio de seguridad y el de la policía y agentes secretos en el exterior era equiparable al de los edificios más protegidos de Madrid. Varios miembros de la delegación israelí -los más religiosos- acudieron andando, y otros en coches blindados.

En la fachada de la sinagoga quedan los escombros de una obra reciente. Enfrente, un bloque de pisos antiguos, propio del barrio, y al lado, una biblioteca pública. Los Mercedes blindados encontraron dificultades para doblar la esquina de la sinagoga, ante el obstáculo de un coche de la Embajada mal aparcado. Ese fue el único fallo aparente en un servicio de orden que funcionó con una precisión perfecta.Abrigos de pieles, vestidos negros de modistas parisinos y coches de marcas lujosas se alineaban de forma disciplinada junto a la puerta desde las cuatro de la tarde hasta las ocho, que comenzó el servicio religioso.

" Por favor, hagan cola a la derecha de la puerta". Los hombres encargados del servicio de orden, vestidos de paisano, tuvieron que repetir esa frase en varios idiomas. Sin embargo, tal conocimiento de las lenguas desaparecía al instante cuando los cámaras de televisión les rogaban que se echaran a un lado para filmar la entrada de los participantes en la conferencia.

La salida fue aún mejor organizada: grupos nunca superiores a siete personas. Una chica morena vestida con pantalones vaqueros se encargaba de distribuir los grupos en la puerta. "Esto es muy importante", explicaba un ex policía cuya mujer se encontraba en el templo. "Hace unos cinco años murieron unos cien judíos que salían de una sinagoga en Turquía. Si hubieran actuado así no habrían matado a tantos".

Nadie quería hablar de sus aficiones ni ocupaciones, ni tampoco de política. Al final de los rezos, a eso de las nueve de la noche, alguien dio la bienvenida a los miembros de la delegación y ofreció sus mejores deseos para la conferencia de la paz. Ésa fue toda la referencia a la cumbre durante el oficio religioso.

Un Mercedes imponente

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El primer ministro israelí, Isaac Shamir, no quiso poner a prueba el dispositivo de la sinagoga y prefirió celebrar el sabat, día de la festividad hebrea, en Israel. Sin embargo, el viceministro de Asuntos Exteriores, Benjamín Netanyahu, apareció en un imponente Mercedes blindado. Fue el último en llegar y el primero en salir. "Medidas de seguridad", comentaba un policía. "Ese hombre no tiene nada de religioso, ha venido por meras razones de imagen", indicó un analista israelí.

Los que sí portan una merecida fama de religiosos son los delegados Yosef Ben Aharón y Salai Meridor. No sólo llegaron a la sinagoga a pie, sino que, después del culto, cenaron en privado con las autoridades religiosas, según informaron miembros de la policía secreta que los custodiaba.

Nada de comentarios y nada de fotos incluso. Sus guardaespaldas, al ver los flashes, le dijeron al fotógrafo que se. guardara la cámara: "Máxima seguridad". Ésa fue la consigna a seguir entre todas las autoridades israelíes.

El director de la Federación Cultural Israelí, Alberto Blestein, tampoco la infringió. Recibió durante toda la semana a los periodistas en la puerta de la sinagoga, junto a los escombros de las obras recientes: "Medidas de seguridad, usted sabe. Pero esto no es un gueto, aquí puede entrar cualquier turista que quiera". Tampoco entró. Una periodista intentó entrar sin identificarse como tal, y no la dejaron. "Hasta que no concluya la conferencia, no la mostramos" le dijeron.

Blestein no supo hasta el último día quién iría a la sinagoga. El viernes por la mañana comentaba: "En la Embajada no nos han comunicado nada. Si no llegan, que es muy probable, mejor, porque tenemos mucho trabajo".

Durante toda la semana varias furgonetas de la Policía Nacional han vigilado día y noche la sinagoga. Además, el edificio mantenía otras medidas de seguridad interna, "de las cuales, como usted comprenderá, no les voy a hablar". Ni hablar, ni contar nada, ni pasar nadie ajeno a la comunidad israelí.

Profesiones liberales

Médicos, profesores, empresarios y demás profesiones liberales, todos ellos con sus respectivas parejas, disfrutaron de un esmerado aperitivo al final del servicio. "Hoy ha venido mucha más gente que cualquier otro día", comentaba un joven en la puerta. "Yo, por ejemplo, no suelo venir nunca, y así, muchos amigos míos, que vienen por acompañar a alguien de la Embajada. La verdad es que lo que realmente gusta es cuando viene mucha gente".

El mismo joven comentaba que los feligreses de la sinagoga apenas hablan entre sí ni se conocen: "Supongo que ocurre lo mismo en cualquier Iglesia cristiana de Madrid". ¿Pero no tienen ustedes más contacto al ser menos? "No, porque cada uno tiene un círculo social propio".

A la salida, un hombre de 50 años se mostró asombrado ante la pregunta de si se había hablado de la cumbre: "¿Pero cómo se va a hacer eso? Hemos practicado los rezos de todos los viernes, sin ninguna variación. Se ha hablado del espíritu del sabat, y ya está". Una joven rubia que iba con el comentó después: "Mi amigo no le ha entendido porque es muy, muy religioso".

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