Editorial:

Datos de salida

EL PANORAMA económico que se encuentra el Gobierno al regreso de vacaciones no es del todo bueno, pero no puede decirse que sea totalmente malo. La inflación de julio, por ejemplo: se temía tanto a ese mes que el 1,2°/ registrado (3,4% acumulado) fue casi un alivio. Pues si más bien confirmó la imposibilidad de alcanzar el objetivo gubernamental del 5% también reforzó la probabilidad de que la cifra no se aleje mucho, a fin de año, de ese listón. La subasta de letras, bonos y obligaciones del pasado jueves ha permitido cubrir las necesidades de financiación del Tesoro en el mes de agosto y hit...

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EL PANORAMA económico que se encuentra el Gobierno al regreso de vacaciones no es del todo bueno, pero no puede decirse que sea totalmente malo. La inflación de julio, por ejemplo: se temía tanto a ese mes que el 1,2°/ registrado (3,4% acumulado) fue casi un alivio. Pues si más bien confirmó la imposibilidad de alcanzar el objetivo gubernamental del 5% también reforzó la probabilidad de que la cifra no se aleje mucho, a fin de año, de ese listón. La subasta de letras, bonos y obligaciones del pasado jueves ha permitido cubrir las necesidades de financiación del Tesoro en el mes de agosto y hit aliviado los elevados niveles de apelación al Banco de España; pero eso se ha logrado a costa de mantener el tipo de interés marginal de las letras y no poder cumplir con el objetivo de reducir esta remuneración v así abaratar el coste que para el Estado tiene la financiación del déficit público.Los datos del déficit comercial ,y de la balanza por cuenta corriente son también ambiguos. El déficit de la balanza corriente supera ya el billón de pesetas, pero el buen comportamiento de Julio ha permitido reducir la tasa de crecimiento desde el 20%, registrado entre enero y junio hasta el 13,6%. El crecimiento del déficit comercial-que alcanza 1,8 billones de pesetas en términos de caja y supera los, dos balones según los registros de aduanas- se explica por un factor meramente coyuntural y enormemente variable de un mes a otro: las importaciones de petróleo, que han crecido casi un 70% respecto a enero-julio de 1990 y que deberán ser menores en lo que resta de año

Pero la justificación energética podría ocultar un dato de especial relevancia. Los ingresos por turismo están estancados, creciendo sólo un 0,5% de un año a otro. Y éste es un dato especialmente: grave si se tiene en cuenta que tanto 1989 como 1990 fueron años turísticos malos y que la crisis del Golfo Y luego la de los Balcanes han logrado salvar la temporada española, con un crecimiento del 5%/ en número de visitantes. El turismo pese a mejorar en julio respecto a los meses anteriores, ha dejado de ser el permanente maná de la economía española, y pone al descubierto, más que nunca, la necesidad de lograr una economía competitiva que permita corregir estos déficit.

El Gobierno asegura ahora que conducirá por la vía de los Presupuestos Generales del Estado toda la política de competitividad. Al mismo tiempo tiene que cumplir el compromiso político de reducir el peso del sector público en el conjunto de la economía y limitar el gasto público al crecimiento económico del país para reducir el déficit público. Ha de resolver todavía el debate político de decidir las prioridades del gasto público, sabiendo que el recorte (jebe respetar los gastos corrientes, los sociales y lar transferencias a las comunidades autónomas y corporaciones locales, y ha de centrarse, inevitablemente, en la inversión.

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Y, en ausencia de pacto social de progreso, parece difícil mejorar nuestros niveles de competitividad con un recorte de la inversión. Se antoja un objetivo casi imposible sin una mejora de las infraestructuras, sin una decidida potenciación de la. educación y la formación profesional, sin una política inclustrial, o sin una política comercial que permita que los productos españoles traspasen nuestras fronteras por su propio prestigio. Porque la competitividad de un país va más allá de la tasa de inflación o los niveles de rentas nominales. La competitividad de un país la marca, antes que nada, su capacidad de ganar mercados gracias a la calidad de sus productos. Y no sólo mercancías, sino servicios.

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