Los equilibrios del sindicalista

L. S.- M. ,Antonio Gutiérrez mantuvo ayer consigo mismo una lucha que tenía perdida de antemano. Un contínuo "quiero y no puedo hablar del PCE" que, al final, se convirtió en un "no puedo, pero quiero y lo haré".

Nada más comenzar su conferencia titulada El movimiento sindical. La renovación de la izquierda europea en los cursos de verano de la Universidad Complutense en El Escorial, dejó claro que, de haber sabido que iba a producirse la crisis soviética, hubiera excusado su presencia en el ciclo Hacia donde va la izquierda europea. Sin embargo, el mutismo o la pru...

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L. S.- M. ,Antonio Gutiérrez mantuvo ayer consigo mismo una lucha que tenía perdida de antemano. Un contínuo "quiero y no puedo hablar del PCE" que, al final, se convirtió en un "no puedo, pero quiero y lo haré".

Nada más comenzar su conferencia titulada El movimiento sindical. La renovación de la izquierda europea en los cursos de verano de la Universidad Complutense en El Escorial, dejó claro que, de haber sabido que iba a producirse la crisis soviética, hubiera excusado su presencia en el ciclo Hacia donde va la izquierda europea. Sin embargo, el mutismo o la prudencia excesiva que hizo temer a los informadores semejante declaración de principios brilló por su ausencia. Gutiérrez habló, y muy claro.

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Dijo que había "que dar por finiquitado lo que ha fallado estrepitosamente". Afirmó que el "futuro de la apuesta comunista en España depende de que sepa transformarse a tiempo en una nueva fuerza de izquierdas" y manifestó que el proceso renovador "podría haberse hecho mucho antes, sin tantas plisas y con mucha más naturalidad de la que tendrá ahora".

Sentenció, además: "No es posible querer volver a los 17 años y mantener que, en 70 años de comunismo, se han equivocado las personas y no el sistema y la ideología como, con buena fe hacen algunos amigos míos".

Luego, en la conferencia de prensa posterior a su exposición, Gutiérrez dijo que se había referido a un amigo "llamado Ermelo y que vive a 2.000 kilómetros", pero este comentario no pudo borrar la sensación generalizada del que el mencionado amigo del sindicalista fue alcalde de Córdoba y le apodan califa.

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