Reportaje:LA RONDA

Cuando salga la luna

Dejó de ser un almacén sin techo el primero de julio de 1989, para convertirse en el cine de verano de la Filmoteca bajo el nombre de Sala Luis García Berlanga. El cine Doré fue minuciosamente alumbrado con neones azules y naranjas y quedó empotrado entre esa especie de mercado persa que forman los comercios de Antón Martín, puestos sin puertas donde tendero, público y mercancía conviven en un constante escaparate.En las taquillas, situadas en un callejón con salida a las calles de Atocha y Santa Isabel, los cinéfilos de todo el año piden sus entradas vestidos con bermudas y aprovechan esa hor...

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Dejó de ser un almacén sin techo el primero de julio de 1989, para convertirse en el cine de verano de la Filmoteca bajo el nombre de Sala Luis García Berlanga. El cine Doré fue minuciosamente alumbrado con neones azules y naranjas y quedó empotrado entre esa especie de mercado persa que forman los comercios de Antón Martín, puestos sin puertas donde tendero, público y mercancía conviven en un constante escaparate.En las taquillas, situadas en un callejón con salida a las calles de Atocha y Santa Isabel, los cinéfilos de todo el año piden sus entradas vestidos con bermudas y aprovechan esa hora en que el cine es todavía una terraza y los camareros sirven copas antes de apagar las luces. Con capacidad para un centenar de personas, la salida veraniega presume de llenos casi diarios. Entre el público, muchos estudiantes, algunos turistas, amigos que hacen del Doré un punto de encuentro o aquellos que buscan revistas caducadas en la librería, abierta hasta las 10 de la noche.

Se puede comer con discreción y apurar las copas en silencio. Las pipas y otras semillas tan ligadas a la historia del cine también se dejan devorar sin faltarle al respeto a Ernest Lubitsch, René Clair, Godard, John Ford, los primitivos del cine fantástico, o el muro de la iglesia que nos da la espalda. Para los posibles problemas que pueda plantear el clima a estas alturas de estío, baraja la dirección un par de soluciones. Ciertas noches, el aire se arremolina en el callejón del Doré que no sólo se hace eco de la pérdida de grados, sino que aumenta la sensación térmica de frío hasta la tiritona. Si las inclemencias terminan en lluvia, la sala dos dispone del sitio suficiente para que el público siga viendo la película sin mojarse. Mientras sólo sea una brisa más o menos suave, alguien sugirió la idea de ir siempre emparejado. Las películas mudas tienen siempre un invitado de excepción: un pianista que aumenta el encanto y acompaña en directo los gestos de los actores. Consulten cartelera.

Cine Doré. Santa Isabel, 3. Tel. 527 38 66. Traducción simultánea presentando DNI o pasaporte. 150 pesetas por sesión y sala. Cierra los lunes. La terraza se abre a las 21.30 y las películas comienzan una hora después.

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