LA DESINTEGRACIÓN YUGOSLAVA

Padres de soldados viajan a Liubliana en busca de sus hijos destinados en el Ejército yugoslavo

M. TOMIC ENVIADA ESPECIAL, "Nuestros hijos están manipulados, todos estamos manipulados, por la propaganda informativa, por los políticos", dice Zoran Milenkovic, economista de Belgrado, uno de los 500 padres serbios que acudieron ayer a Eslovenia en busca de sus hijos, reclutas en las Fuerzas Armadas yugoslavas: muertos, heridos, detenidos, rendidos a la Defensa Territorial eslovena. "En Zagreb nos recibieron muy bien", dice Zoran, refiriéndose a los padres croatas, unos 120, quienes se unieron a los serbios en su marcha hacia Eslovenia. "Llevo 15 días sin saber nada de mi hijo", dice este ho...

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M. TOMIC ENVIADA ESPECIAL, "Nuestros hijos están manipulados, todos estamos manipulados, por la propaganda informativa, por los políticos", dice Zoran Milenkovic, economista de Belgrado, uno de los 500 padres serbios que acudieron ayer a Eslovenia en busca de sus hijos, reclutas en las Fuerzas Armadas yugoslavas: muertos, heridos, detenidos, rendidos a la Defensa Territorial eslovena. "En Zagreb nos recibieron muy bien", dice Zoran, refiriéndose a los padres croatas, unos 120, quienes se unieron a los serbios en su marcha hacia Eslovenia. "Llevo 15 días sin saber nada de mi hijo", dice este hombre robusto con lágrimas en los ojos.

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Los eslovenos prepararon un recibimiento a los padres serbios y croatas en la sala de deportes en Tivoli (Litibliana), organizaron la asistencia de la Cruz Roja y ordenaron una lista de todos los soldados muertos, heridos y más de 2.700 entre los detenidos y los rendidos. Los autoproclamados líderes de los autobuses (muchos de ellos militantes de los partidos políticos), sin aire acondicionado, que transportaban a los padres les disuadieron de bajar en Tivoli, argumentando que deberían ir directamente a ver a sus hijos.Las madres eslovenas de los soldados federales quedaron desilusionadas. Ellas prepararon la bienvenida y organizaron el hospedaje. Tanta gente ofreció sus casas para los serbios y los croatas que la televisión de Liubliana pidió que ya no se hicieran más llamadas.

"Quiero ver a mi hijo, vivo o muerto", gritaba una mujer serbia, exhausta por el largo viaje. Otras tantas se desmayaron.

Sime Duvacki, dueño de un restaurante en Zagreb, espera ver a su hijo y afirma: "Nos entendimos muy bien con los padres serbios. Para mí, la guerra terminó. ¿Cómo puede mi hijo, waterpolista, que tantas veces ha jugado en Llubliana, disparar en contra de sus amigos?".

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Magda Carin, de Kralcovski Gozd, localidad donde se desarrollaron sangrientos combates, viajó a Liubliana para mostrar su solidaridad con los padres serbios y croatas. Un diputado serbio, que acompañó al grupo, le dijo que los padres no podían bajar del autobús en Tivoli porque los eslovenos les esperaban con armas. Magda lloraba gritando: "Dios mío, cuánta manipulación".

A pocos metros de distancia, el vicepresidente del Parlamento serbio, Borivoje Petrovic, intentaba dominar los nervios de los padres. "No he sabido de los bombardeos en Eslovenia", dijo irómijamente a esta corresponsal, frente a los atónicos eslovenos, quienes acudieron a dar la bienvenida.

La gente, desorientada y triste, asediada por los periodistas, no sabía qué decir. Los supuestos líderes del grupo les aconsejaban: "Sólo pueden hablar a la televisión de Belgrado. No digan nada a los demás". Sin embargo, muchos desafiaban estas órdenes, al ver la bienvenida y la ausencia de odio con que fueron recibidos.

"Mi hijo está preso, no le dan de comer", solloza una anciana mujer serbia. Los periodistas le aseguran que su hijo está bien. "Pero me han dicho en la televisión de Belgrado que dejan morir a nuestros niños", agrega.

Milanka Jovanovic, educadora en un jardín infantil de Kragujevac (Serbia), y Katic Milic, de Valjevo (Serbia), preguntan a esta corresponsal cómo encontrar a sus hijos detenidos. "La lista está la Cruz Roja en Tivoli" fue la respuesta, y ambos contestaron: "No nos dejaron bajar del autobús en Tivoli". Milanka sentada en la hierba, frente al cuartel Cuatro de Julio, en Liubliana, adonde acudieron todo los autobuses para luego disper sarse en las diferentes bases militares, está resignada: "Todo este horror en Yugoslavia se debe a la propaganda y a la guerra de los medios de información. Ya no sé qué creer. No entiendo ni lo que veo. Sólo veo que la gente nos ha recibido con amor".

El comandante del cuartel 4 de Julio, Jovan Miskov, no sabe dónde buscar la lista de los soldados detenidos y viendo a los periodistas aconseja a los padre: "Pregúntenles a ellos". Una vez convencida de volver al centro de Litibliana, a pedir en la Cruz Roja dónde está detenido su hijo, Milanka pregunta: "Oiga, ¿es peligroso caminar por las calles de Liubliana? Porque somos serbios".

Por otra parte, 85 soldados rendidos, serbios y montenegrinos, estacionados en Maribor, enviaron una carta abierta, informó el portavoz del Gobierno esloveno, exigiendo el regreso a sus casas "porque no queremos ser asesinos". El coronel Jovan Miskov explicó que ningún soldado podría ir a su casa si no ha cumplido su servicio militar.

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