Un subnormal sordomudo lleva dos años en un albergue de mendigos

José Ramón es un subnormal sordomudo de 45 años que vivió toda su vida con los cuidados y las atenciones de su madre en el barrio de Tetuán. En diciembre de 1988, los vecinos le encontraron desnutrido en el portal de su casa y le preguntaron por su madre. José Ramón se llevó las dos manos a una mejilla, para dar a entender que su madre estaba dormida. Felipa, la madre, llevaba tres días muerta en su casa.Un juez de primera instancia determinó entonces que José Ramón ingresara provisionalmente en el albergue de San Isidro, junto a la estación del Norte, mientras se le buscaba un centro especial...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

José Ramón es un subnormal sordomudo de 45 años que vivió toda su vida con los cuidados y las atenciones de su madre en el barrio de Tetuán. En diciembre de 1988, los vecinos le encontraron desnutrido en el portal de su casa y le preguntaron por su madre. José Ramón se llevó las dos manos a una mejilla, para dar a entender que su madre estaba dormida. Felipa, la madre, llevaba tres días muerta en su casa.Un juez de primera instancia determinó entonces que José Ramón ingresara provisionalmente en el albergue de San Isidro, junto a la estación del Norte, mientras se le buscaba un centro especializado donde atenderle.

Desde el 26 de diciembre de 1988 convive con toxicómanos, alcohólicos, prostitutas y, trastornados mentales. Los empleados del centro han descubierto en los últimos meses que José Ramón, por mimetismo, al ver que beben sus compañeros de habitación, ha comenzado a ingerir alcohol. La dirección del centro asegura que se ve incapacitada para evitar que vaya perdiendo autonomía, que se vuelva alcohólico o que sea utilizado por los toxicómanos del centro para traer y sacar droga del edificio del albergue.

Al portal de su casa

El director del albergue, Darío Pérez, afirma que no puede evitar que José Ramón salga del edificio y se pierda por Madrid. Al principio se iba, y la policía, después de buscarle por toda la ciudad, le encontraba apostado en el portal de su casa. Ahora se ha aprendido el camino, pero en el centro tampoco pueden impedir que durante los días que sale se alimente con lo que pueda o que le den de comer, con el consiguiente peligro para su organismo, ya que José Ramón es diabético.Pérez asegura que envió hace justamente un año la solicitud a la Consejería de Integración Social de la Comunidad de Madrid, a cargo de Elena Vázquez, para que el insuficiente mental ingresara en un centro de disminuidos sin que hasta el día de hoy haya recibido respuesta alguna por parte de la consejera.

Pérez cree que el trámite burocrático está paralizado porque José Ramón padece dos enfermedades. "Si sólo fuera oligofrénico o sordomudo. tal vez se hubiera arreglado antes el problema", agrega el director del albergue.

Pasa a la página 3

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El albergue de San Isidro es "la red de trapecista", según el director del centro

Viene de la página 1De momento, José Ramón se encuentra bajo la tutela del juez, y éste aún no ha dictaminado su ingreso en otro centro.

La lentitud administrativa de la Comunidad de Madrid y de los juzgados de la plaza Castilla han provocado hechos tan lamentables como la regresión física y mental de José Ramón. El albergue de San Isidro no dispone de recursos para atender la educación especial que requiere un insuficiente mental. "Este hombre se ve que recibió una educación muy esmerada con su madre, hasta el punto de que es perfectamente autónomo y puede comer y limpiarse por sí mismo, pero aquí no ejercita sus facultades y las va perdiendo día a día de forma lamentable", afirma Darío Pérez.

El caso de José Ramón es sólo uno de los más radicales en cuanto a la larga provisionalidad que arrastra, pero el aIbergue, que debería ser la casa de los pobres sin hogar, es en la práctica, según su director, "la red de trapecista", donde caen sin cesar todos los marginados sociales que esperan ser acogidos en otros centros. Así se da el caso de mujeres maltratadas que llegan a las tres de la madrugada y tienen que compartir espacio y lamentaciones con prostitutas, toxicómanas o deficientes mentales.

También se ha comprobado que muchos ancianos que ingresan y son tan sólo bebedores se convierten en alcohólicos a los pocos meses, mientras esperan ingresar en las residencias de la Comunidad. A los toxicómanos inactivos también les toca sufrir los suyo si les toca convivir, por ejemplo, con otro que se encuentra en ferviente actividad de consumo.

En el albergue de San Isidro hay 275 camas, 66 de mujeres y 195 de hombres, y cuenta con una amplia plantilla de trabajadores sociales y psicólogos. Sin embargo, el lugar no es el más apropiado para acoger determinados enfermos. Francisco, por ejemplo, es un demente crónico que se encuentra en el albergue "provisionalmente", a la espera de su ingreso en un psiquiátrico. Las mujeres maltratadas, en ese sentido, corren mejor suerte, ya que sólo tiene que esperar unos diez días para ingresar en un piso de acogida. Los ancianos normalmente esperan un par de meses, y los toxicómanos, entre tres y cuatro meses.

Sobre la firma

Archivado En