Editorial:

Una advertencia

LA DIMISIÓN del ministro de Defensa francés es el desenlace lógico de las contradicciones que ha mantenido desde hace tiempo con la política del presidente Mitterrand y con la del Gobierno de Rocard. Partidario de llevar hasta el fin la política del bloqueo para obligar a Sadam a retirarse de Kuwait, Chevènement empezó a mostrar su desacuerdo cuando la opción militar se colocó en primer plano, tras la adopción de la Resolución 678 por el Consejo de Seguridad de la ONU. Su actitud actual no corresponde a un pacifismo con el que nunca ha simpatizado, sino a una trayectoria más bien...

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LA DIMISIÓN del ministro de Defensa francés es el desenlace lógico de las contradicciones que ha mantenido desde hace tiempo con la política del presidente Mitterrand y con la del Gobierno de Rocard. Partidario de llevar hasta el fin la política del bloqueo para obligar a Sadam a retirarse de Kuwait, Chevènement empezó a mostrar su desacuerdo cuando la opción militar se colocó en primer plano, tras la adopción de la Resolución 678 por el Consejo de Seguridad de la ONU. Su actitud actual no corresponde a un pacifismo con el que nunca ha simpatizado, sino a una trayectoria más bien gaullista en el socialismo francés, inclinada al nacionalismo. También a una concepción mediterránea preocupada de las relaciones con el mundo árabe y de lo que debe ser el papel de Francia en la política mundial, y a la convicción de que en ese terreno las diferencias entre los intereses de Estados Unidos y los de Europa son serias, reivindicando la independencia de ésta con respecto a las directrices de Washington.En ese marco, Chevènement ha justificado su dimisión por su temor a que "la lógica de la guerra nos aleje cada vez más de los objetivos fijados por la ONU". Es decir, que las operaciones en curso no tiendan tanto a liberar Kuwait cuanto a destruir el régimen y la potencia militar e industrial de Irak. El impacto internacional de la dimisión se debe al surgimiento de dudas similares en algunos medios políticos europeos que apoyaron firmemente las resoluciones de la ONU. Es sintomático que el Partido Laborista esté considerando ratificar su total apoyo a la política de guerra de Major, por no citar las reticencias de los socialdemócratas alemanes.

El problema de fondo es sumamente complejo: es cierto que en términos militares hace falta debilitar el poder de Irak para poder liberar Kuwait eficazmente. Pero ese mismo argumento se presta a ser utilizado para dar a la guerra un giro distinto al que la ONU ha decidido. Chevènement, que ha visitado sobre el terreno a las fuerzas francesas, no habla a humo de pajas. La amenaza que denuncia es muy grave. Si la guerra se desviase en el sentido que ha indicado Chevènement, los efectos en la posguerra serían catastróficos: se destruirían las bases para construir una nueva estabilidad en la zona basada en el respeto de los derechos de todos los pueblos. En términos generales quedaría herido, quizá de muerte, todo proyecto encaminado a convertir la ONU en el organismo capaz de regular los conflictos internacionales en nombre del Derecho Internacional. Pese a la escasa capacidad de influencia de Europa en el conflicto, la advertencia de Chevènement merece ser tenida en cuenta.

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