Tribuna:

La integración debe empezar sólo con los países más homogéneos

El autor ve tres opciones para llegar a la integración monetaria: una primera pospone todo cambio institucional, la segunda esperaría una mayor convergencia inflacionaria y una tercera consiste en dar un fuerte empujón a la unión monetaria.

¿Cómo cumplimentaría uno la tercera opción? Se requieren tres condiciones: los países participantes tendrían que encontrarse en una situación de índices de inflación comparables sustancialmente medidos por costes de mano de obra unitarios. En segundo lugar, los tipos de cambio reales tendrían que estar a un nivel que no resultara inconsecuente con niveles satisfactorios de empleo y con la balanza exterior. En tercer lugar, los bancos centrales tendrían que compartir no sólo su creencia en la importancia básica de la estabilidad de los precios (lo que significa de un 0% a un 2% de inflación) si...

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¿Cómo cumplimentaría uno la tercera opción? Se requieren tres condiciones: los países participantes tendrían que encontrarse en una situación de índices de inflación comparables sustancialmente medidos por costes de mano de obra unitarios. En segundo lugar, los tipos de cambio reales tendrían que estar a un nivel que no resultara inconsecuente con niveles satisfactorios de empleo y con la balanza exterior. En tercer lugar, los bancos centrales tendrían que compartir no sólo su creencia en la importancia básica de la estabilidad de los precios (lo que significa de un 0% a un 2% de inflación) sino también un grado comparable de autonomía respecto a sus propios Gobiernos.La convergencia inflacionaria en la forma descrita es hoy una realidad en Holanda, Francia y Alemania y posiblemente también en Bélgica, Irlanda y Dinamarca. Concentrándonos en los tres primeros países, los tipos de cambio reales no están sobrevalorados y los desequilibrios de cuenta corriente no son problemáticos. El único punto, completamente crítico, es el tercero: la independencia del Banco Central francés. El paso a la independencia ratificaría el cambio espectacular en el conservadurismo monetario que ha tenido lugar de hecho en Francia, pero aun así es necesario darlo.

Bancos centrales

Supongamos que se ha independizado al Banco Central de Francia. ¿Después qué? Alemania, Francia y Holanda estarían de acuerdo en limitar a cero sus respectivos márgenes del tipo de cambio. De ahí en adelante sus divisas se intercambiarían uno por otro a los tipos fijados por los tipos centrales declarados del ecu como si fueran una sola moneda. Ejercitarían la política monetaria conjuntamente tras haber acordado un procedimiento de cómo votar y dónde reunirse para tal fin.

El efecto inmediato de estas medidas sería el de reducir los tipos de interés franceses para acercarlos al nivel que ya disfrutan los holandeses. Habría una prima de credibilidad institucional de la que ya disfrutan los belgas gracias a su decisión de estrechar los márgenes o Nueva Zelanda desde que el país dictó recientemente una nueva ley para el Banco Central por la que la institución se dedicaba al fin único de mantener la estabilidad de los precios.

La decisión de fijar los tipos de cambio con margen cero, ¿deja demasiado espacio a la maniobra política? Los márgenes son una reliquia del estándar oro cuando servían para limitar las transacciones de los recursos de oro. En esta etapa de la convergencia monetaria europea en la que las realineaciones básicas de los tipos de cambio dentro del grupo principal están excluidas, los márgenes se han ido volviendo inútiles, si no contraproducentes.

Los márgenes en el tipo de cambio hacen posible que los países con elevados índices de inflación tengan tipos de interés relativamente más altos y en consecuencia tipos de cambio que son elevados y que se espera se deprecien. A su vez, el tipo elevado de cambio, vía una pérdida de competitividad, disminuye la inflación como lo hace el tipo elevado de interés. Ése es el lado positivo. Pero el costo del acuerdo aparece con la servidumbre de la deuda a largo plazo y en la incertidumbre de los precios relativos. Pasarse a los márgenes cero en los tipos de cambio eliminaría los márgenes sobre los tipos de interés y sobre el tipo de cambio. Uno debería preguntarse entonces si un tipo fijo no hace más por disminuir la inflación que un tipo sobrevalorado que se espera se deprecie.

Los socios en el acuerdo del margen cero también podrían hacer grandes progresos encabezando la creación de un mecanismo de pagos mejor. Específicamente, las tarifas a la par en las transacciones fronterizas constituirían una forma natural de traducir los tipos de cambio fijos en una realidad útil de manera directa en el mecanismo de pagos.

Tipos de cambio

Los tipos Fijos de cambio por sí mismos no supondrían que las tarifas aduaneras se pusieran a la par. Sólo si los Gobiernos se lo imponen a los sistemas bancarios, como es habitual en el interior de los países, podrían las empresas y los hogares cosechar de hecho los beneficios totales de la integración.

Para Italia, la creación de un grupo de divisas fuertes formal supondría una crisis: el tren habría partido sin ellos y las presiones para llegar a la integración monetaria europea desaparecerían. Se haría obvio de inmediato que el tiempo por sí mismo no realizaría el milagro de reducir la inflación italiana.

El paso obvio que debe dar Italia es una combinación de política sobre la renta y reformas fiscales. El objetivo de la política de rentas sería el de romper la inercia de la inflación, con lo que queremos decir el efecto automático, quizá inferior al 100%, de la inflación de ayer sobre los precios y los salarios de hoy. La política de rentas -una congelación durante seis meses de los salarios y un ajuste de todos los contratos para su indización automática o valorización de la inflación- reduciría la inflación inmediatamente a un 2%-3%. De ahí en adelante se debería excluir por completo la indización para asegurar una flexibilidad creciente de los salarios reales.

La reforma fiscal, aunque no es esencial en forma alguna para una unión monetaria, debería, no obstante, conseguirse al mismo tiempo. Esto es aún más plausible debido a que la política de rentas impone cargas a los trabajadores que deberían traducirse en un sistema fiscal más serio que llega a más sitios, a tipos más moderados. Por supuesto, gran parte de la reforma fiscal tendría que ver con una revaloración drástica del gasto público. Tal como demuestra el ejemplo americano, la transición suave es un sueño: nada mejor que una crisis para iniciar esta difícil tarea.

La entrada del Reino Unido en el SME no parece haber sido causada por el euroentusiasmo. Formar parte del SME ayudará con toda seguridad a reducir la inflación, directamente mediante los efectos de los tipos de interés e indirectamente por la pérdida de competitividad.

Lo más probable es que pertenecer al SME tenga efectos importantes en los tipos de interés a corto plazo, pero incidirá muy poco en la inflación del coste de la mano de obra. Para conseguir una reducción duradera de la inflación hasta alcanzar los niveles alemanes es necesario o bien un alto y prolongado índice, de desempleo o bien una política de rentas. Si este diagnóstico es correcto, entonces pertenecer al SME no producirá beneficios prolongados y habrá que convocar elecciones adelantadas.

El caso del Reino Unido hace resaltar lo lejos que se halla todavía la CE de las precondiciones de la integración monetaria. En el grupo de divisas fuertes, los acuerdos salariales se llevan a cabo teniendo presente la estabilidad de los precios. Tienden a ser más centralizados, más conscientes de la inflación. Y si la mano de obra carece de esta conciencia de inflación, la suple la política de rentas o un banco central intransigente. El Reino Unido no está nada próximo a estas condiciones y en consecuencia no tiene ninguna posibilidad de mantener unos tipos de, cambio fijos con relación al continente. En el Reino Unido la inflación la fijan básicamente los sindicatos de una forma descentralizada con poca competencia: como resultado, sólo los niveles extremos de desempleo ejercen un control sobre la inflación, pero el desempleo extremo no es de recibo.

En tanto que el Reino Unido e Italia no cumplan esta precondición básica para la unión monetaria, la integración monetaria europea formal a gran escala deberá esperar. Más motivos pues para que el grupo más pequeño -y homogéneo empuje y coseche los beneficios de una integración monetaria de hecho. Su ejemplo subirá el precio del resto que permiten una inflación que no tiene ningún sentido social.

es profesor de Macroeconomía del Massachusetts Institute of Technology.

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