Editorial:

Euforia y violencia

LA VÍSPERA de las vacaciones navideñas está consolidando en el mundo estudiantil una preocupante tradición, la que sustituye a la natural euforia por irracionales estallidos de violencia. Este año, el fenómeno ha tenido algunos rasgos alarmantes: cortes de tráfico en calles colindantes a colegios e institutos, y actos vandálicos contra edificios y viandantes, como los protagonizados por algunos grupos minoritarios de estudiantes de los 10.000 concentrados el viernes 21 de diciembre en la plaza Mayor de Madrid. La violencia colectiva espontánea es uno de los indicadores sociales más perturbador...

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LA VÍSPERA de las vacaciones navideñas está consolidando en el mundo estudiantil una preocupante tradición, la que sustituye a la natural euforia por irracionales estallidos de violencia. Este año, el fenómeno ha tenido algunos rasgos alarmantes: cortes de tráfico en calles colindantes a colegios e institutos, y actos vandálicos contra edificios y viandantes, como los protagonizados por algunos grupos minoritarios de estudiantes de los 10.000 concentrados el viernes 21 de diciembre en la plaza Mayor de Madrid. La violencia colectiva espontánea es uno de los indicadores sociales más perturbadores, a la vez que clara muestra del fracaso -individual y colectivo- de los responsables de la vertebración social.Ante sucesos así es tentador hacer toda suerte de interpretaciones sobre la frustración de la juventud y su reprimida energía. Sin duda, en este tipo de comportamientos inciden factores diversos: los propios de una edad como la adolescencia, los específicamente .sociológicos que tienen que ver con la moda y los modos de relacionarse del momento, los que pueden derivar de una percepción escasamente sugestiva de la realidad académica y un futuro laboral poco alentador. Tan aberrante sería tratarlo desde una óptica exclusiva del orden público como correr un tupido velo sobre un fenómeno que año tras año aumenta en número y agresividad.

La celebración de determinadas efemérides académicas es inseparable del regocijo y de la diversión. No tiene, pues, nada de extraño que los jóvenes bachilleres festejen a su manera el primer periodo de asueto que les sale al paso en la trayectoria del curso escolar. Las dudas se plantean ante ciertas formas de materialización de esa legítima alegría juvenil que parecen estar adquiriendo carta de naturaleza. No debe reducirse a la ramplona e idiota expresión de la violencia sin sentido una manifestación que debería buscar fórmulas más creativas y lúdicas.

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