Editorial:

La república eslovena

EL AÑO que acaba ha sido traumático para Yugoslavia, un país que fue exponente de formación nacional por el aluvión de varias etnias irreconciliables. Quizá el único aspecto discretamente positivo del evidente riesgo de desintegración que asume dicho país sea el de que una de las afirmaciones nacionalistas se orienta hacia la integración libre en la gran Europa.Todo empezó en enero de 1990, cuando el Congreso de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia concluyó en la confusión más completa. Desde ese momento, cada una de las repúblicas que integran la federación yugoslava reivindicó el derecho ...

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EL AÑO que acaba ha sido traumático para Yugoslavia, un país que fue exponente de formación nacional por el aluvión de varias etnias irreconciliables. Quizá el único aspecto discretamente positivo del evidente riesgo de desintegración que asume dicho país sea el de que una de las afirmaciones nacionalistas se orienta hacia la integración libre en la gran Europa.Todo empezó en enero de 1990, cuando el Congreso de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia concluyó en la confusión más completa. Desde ese momento, cada una de las repúblicas que integran la federación yugoslava reivindicó el derecho a decidir libremente su futuro. Se trataba de determinar si el porvenir debía ser independiente o no de Belgrado. A las aspiraciones integradoras de los centralistas -encabezados por el primer ministro Markovic- y de los serbios -que con su presidente, el demagogo Milosevic, han intentado reiteradamente imponer su preponderancia demográfica- se han opuesto los proyectos centrífugos de las regiones más desarrolladas. En el centro de la cuestión se encuentran el mantenimiento de la federación, la constitución de una confederación o la simple desintegración de Yugoslavia.

Eslovenia se ha destacado por la fortaleza de sus convicciones antisocialistas y proeuropeas. Ya en abril, las elecciones federales, organizadas sin restricción de partidos, confirmaron la tendencia democratizadora de esta república y ensancharon el distanciamiento de Belgrado. En julio, además, el Parlamento esloveno declaró la soberanía de las leyes locales sobre las federales. En octubre, con Croacia, propusieron un proyecto de confederación yugoslava tan elástico que preveia que cualquiera de las repúblicas podría separarse y "pedir el acceso a la CE".

El domingo pasado fueron aún más lejos: nueve de cada 10 eslovenos votaron a favor de la independencia. "Optamos por la construcción de la Europa de los pueblos pequeños y grandes", dijo el presidente del Parlamento, poniendo claramente sus esperanzas en el proyecto de la gran casa común que la cumbre de París de la CSCE había dibujado el pasado 19 de noviembre. Según sus líderes, todo será nuevo en la Eslovenia del futuro inmediato: pasaporte, moneda, instituciones políticas; todo será nuevo. Puede, pero sería difícilmente practicable que ello ocurriera sobre las cenizas de Yugoslavia. También sería ilusorio que Eslovenia esperara acceder a una CE entre cuyos proyectos no se cuenta el de fomentar tensiones nacionalistas desestabilizadoras. Una Eslovenia diferenciada, democrática y libre es una buena noticia, siempre y cuando lo sea dentro de una confederación. Fuera, esa misma Eslovenia es no sólo antieuropea, es campo abonado para una nueva guerra civil.

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