Entrevista:LA CRISIS DEL GOLFO

'Cárcel de oro' en Bagdad

La rutina angustiosa de los rehenes que siguen a la espera de la libertad

ENVIADO ESPECIAL , El elegante hotel Rasheed en Bagdad, propiedad del Gobierno iraquí, se ha transformado en una cárcel de oro para unos cien rehenes de países occidentales. Son controlados por policía civil y soldados de uniforme, y en los pasillos de todas las plantas han sido instaladas cámaras de vídeo para vigilar sus movimientos. El grupo mayoritario en este hotel es el de los franceses, con 53 personas. Uno de ellos, un técnico en maquinarias que se encontraba en Irak en viaje de servicio, se dejó entrevistar y pidió no ser identificado por temor a represalias. Al igual que sus d...

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ENVIADO ESPECIAL , El elegante hotel Rasheed en Bagdad, propiedad del Gobierno iraquí, se ha transformado en una cárcel de oro para unos cien rehenes de países occidentales. Son controlados por policía civil y soldados de uniforme, y en los pasillos de todas las plantas han sido instaladas cámaras de vídeo para vigilar sus movimientos. El grupo mayoritario en este hotel es el de los franceses, con 53 personas. Uno de ellos, un técnico en maquinarias que se encontraba en Irak en viaje de servicio, se dejó entrevistar y pidió no ser identificado por temor a represalias. Al igual que sus demás compatriotas el hotel, todos ellos hombres, sigue atrapado en Irak.

Pregunta. ¿Cómo pasa el tiempo desde que quedó atrapado en Irak?

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Respuesta. La vida aquí es dura. Llevo 23 días esperando, y se hace intolerable. Se escucha que hay negociaciones que tardan, y los días son largos, y uno no sabe qué hacer con su tiempo. Gracias a Dios, están mis camaradas, que me suben la moral, y yo a ellos. Gracias a Dios, funciona de vez en cuando el teléfono, y puedo hablar con mis hijos en Francia. Espero que sólo sea una pesadilla.

P. ¿En estas tres semanas, ha cambiado el ánimo de los rehenes?

R. Muchos han empeorado y están mal. La gente no tiene nada que hacer. La única actividad es comer y jugar a las cartas. En este hotel estuvo una familia norteamericana que tenla permiso para salir sólo dos horas al día, y siempre en compañía de soldados iraquíes. El resto de los extranjeros no podíamos acercarnos a ellos, y, cada vez que lo intentábamos, un iraquí se plantaba en medio.

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Los rehenes de EE UU ocupaban las plantas 131 y 141, y, cuando uno de nosotros intentaba subir en el ascensor hasta allí, era enviado de vuelta a la planta baja. Salían entre las 11.00 y las 13.00, visitaban su Embajada en Bagdad, hasta donde llegaban, acompañados por sus guardias armados. Volvían para comer; después podían telefonear a su familia, y luego regresaban nuevamente al restaurante, siempre resguardados. Allí tampoco podíamos acercarnos a los norteamericanos. Toda la propiedad que tenían consigo les fue confiscada. En la mañana del miércoles, a las 6.30, fueron reunidos [en el vestíbulo] todos los norteamericanos que se encontraban en el Rasheed. Les sacaron del hotel, y nadie sabe dónde se encuentran. Hemos preguntado al personal del hotel, pero ellos también desconocen su paradero.

P. ¿Había niños en el grupo de desalojados?

R. Había varios niños, incluso había una mujer con un lactante en sus brazos. Cuando ellos dejaron el hotel, los franceses nos preguntamos qué será ahora de nosotros.

P. ¿Consigue dormir a pesar de la tensión en que vive?

R. Nadie duerme demasiado aquí. Telefoneamos a la familia, hablamos con los niños, e intentamos que el trabajo se desarrolle normalmente. Uno de mis colegas escucha día y noche los noticiarios de la radio cada hora.

P. ¿Tiene miedo a un bombardeo en Bagdad?

R. Yo no lo creo, sería un ataque con graves consecuencias y ocurriría sólo en un caso extremo. Yo creo que, si no ha pasado nada en los primeros días, la crisis se va a solucionar diplomáticamente. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la ubicación de los hoteles es peligrosa. Todos los hoteles están alrededor del palacio presidencial. Un ataque sería una verdadera catástrofe, y esperamos que no se llegue a eso o, como dicen los iraquíes, "inshallah", es decir, "que se haga la voluntad de Dios".

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