LA CRISIS DEL GOLFO

"No queremos volver nunca más a Kuwait"

"He Horado mucho, no quiero volver nunca a Kuwait", afirmaba con una sonrisa aliviada Francisca Egea, una de las 20 mujeres españolas que, junto con sus 30 hijos, llegaron ayer a las 6.30 al aeropuerto de Madrid-Barajas procedentes del emirato ocupado y de Bagdad. Su pesadilla empezó hace justo un mes, el 2 de agosto, con la invasión iraquí, y acabó para algunas ayer, cuando bajaron la escalerilla del avión Boeing de la Fuerza Aérea Española que les recogió de madrugada en Francfort. A otras, sin embargo, les tocará aún vivir unos cuantos malos ratos, porque han dejado allí a sus maridos y sus...

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"He Horado mucho, no quiero volver nunca a Kuwait", afirmaba con una sonrisa aliviada Francisca Egea, una de las 20 mujeres españolas que, junto con sus 30 hijos, llegaron ayer a las 6.30 al aeropuerto de Madrid-Barajas procedentes del emirato ocupado y de Bagdad. Su pesadilla empezó hace justo un mes, el 2 de agosto, con la invasión iraquí, y acabó para algunas ayer, cuando bajaron la escalerilla del avión Boeing de la Fuerza Aérea Española que les recogió de madrugada en Francfort. A otras, sin embargo, les tocará aún vivir unos cuantos malos ratos, porque han dejado allí a sus maridos y sus ahorros y deberán rehacer su vida en una España con la que han perdido contacto hace varias décadas.

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Apenas empezaron a bajar por la escalerilla del avión se les saltaron las lágrimas porque vislumbraban a sus familiares en las escaleras del Pabellón de Estado del aeropuerto o, simplemente, porque volvían a casa. "En Francfort sus rostros expresaban cansancio, ahora aquí están emocionadas", comentaba Inocencio Arias, subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores que recogió al grupo en la ciudad alemana.Para 34 mujeres y niños el periplo empezó en Kuwait, de donde salieron el jueves para un largo viaje a Bagdad a través del desierto por una carretera "infestada de convoyes militares que transportaban hasta cañones", recuerda María Adela Chausa, una catalana casada con un médico otorrino jordano que vivió 11 años en el emirato.

Detrás dejaban un país ocupado en el que todas aseguran haber pasado mucho miedo, aunque ninguna se queja del comportamiento del Ejército iraquí, acaso porque, al estar casadas con árabes, el trato era más correcto. "A mí ni me preguntaban quién era cuando viajaba en coche al lado de mi marido y nos paraban", señala María Adela.

Tampoco se quejan de la escasez de alimentos y María Adela afirma sin titubear que "no nos faltaba casi nada". Sí fue difícil encontrar algunos productos, como la leche, y María del Carmen, también casada con un médico, asegura que sólo la reserva que tenía constituida en casa le permitió alimentar a la pequeña de sus dos hijas. "En Bagdad la comida sí que da la impresión de que se vive en una economía de guerra", añade la catalana.

Entonces, ¿por qué tuvieron miedo? "Porque al principio hubo explosiones, y después, todas las noches, durante el toque de queda, se oyen disparos", contesta María Adela. "Porque vivía encerrada en mi casa porque al ser rubia temía que me confundiesen con una inglesa o americana", prosigue antes de que su compañera de viaje María del Carmen explique que también las noticias oídas en la radio sobre el envío de una flotilla española al Golfo les infundían preocupación.

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Una carta colectiva

"Dándole vueltas a la cabeza", recuerda María del Carmen, "se me ocurrió escribir una carta colectiva al rey Juan Carlos, que yo creo que se preocupa más por nosotros que el Gobierno, para pedirle que interceda por nosotros". "Es muy amigo de Hussein [rey de Jordania], que, a su vez, se lleva bien con el otro Husein [presidente de Irak]". "Pensé que por esa vía acaso nos podría ayudar". La carta no llegó, sin embargo, a ser expedida.

Los que peor lo pasaron durante las cuatro semanas que permanecieron retenidos en el emirato fueron aquellos que tuvieron la mala suerte de que les pillase el conflicto cuando hacían tránsito camino de un destino turístico. Es el caso de Joaquín Fuentes Bardají, secretario general técnico del Ministerio de Justicia, que viajaba a Sr¡ Lanka, o del arquitecto Mariano Ramírez.

"Éramos ajenos a todo y desconocíamos totalmente la situación", afirma, para explicar su miedo, Carmen Sotoca, esposa del alto cargo de Justicia que aún permanece retenido en un hotel de Kuwait. Por eso, mientras Joaquín siga siendo rehén, Carmen prefiere reservarse su opinión sobre Sadam Husein, "hasta que estén aquí en Madrid mi marido y mis amigos". Abatimiento en la colonia

Más de una vez, en agosto, el ejército de ocupación iraquí hizo entrever a la Embajada española en Kuwait que podía permitir la salida de los españoles y de otros occidentales, pero al final dio marcha atrás. Entonces los españoles se descorazonaban y, según María Adela, hasta al encargado de negocios, el diplomático José Buitrago, "se le veía decaído". A veces, cuando no lograba entrar en contacto con su ministerio, llegó a decir: "Me siento abandonado". "El señor Buitrago se ha volcado con nosotros", rectifica María del Carmen.

Sadam Husein acabó dando la luz verde para su salida de Kuwait y el grupo español partió rumbo a Bagdad, aunque en el emirato permanecen aún, además de los cinco hombres que siguen retenidos, seis mujeres españolas, casi todas casadas con árabes, y sus nueve hijos. Todas ellas renunciaron voluntariamente a abandonar el país para permanecer al lado de sus maridos.

En Bagdad se sumaron al grupo procedente de Kuwait otras 18 españolas -19 españoles, todos varones, permanecen en Bagdad- y juntos embarcaron en la tarde del sábado a bordo del vuelo de Lufthansa que les condujo a Francfort.

¿Y ahora qué van a hacer? 'No nos han dejado sacar dinero del banco, acaso lo han vaciado para llevarse los fondos a Bagdad; nos han quitado la documentación kuwaití y nos han puesto un sello en el pasaporte para que no volvamos allí", contesta Francisca, apesadumbrada. "Sólo me quedan estas maletas", indica esta linarense antes de recordar que su marido, ingeniero, está aún colegiado en Barcelona.

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