Editorial:

Pequeñas esperanzas

POR SEGUNDA vez en menos de tres años se ha celebrado en España una reunión de líderes guatemaltecos para intentar encontrar una salida negociada a la guerra civil larvada que asola al país centroamericano desde hace 30 años. No hay nada nuevo bajo el sol. Y, aunque Nicaragua y El Salvador hayan merecido mayor atención internacional por estar ligados sus problemas a la guerra fría y a las tomas de posición estratégicas de las grandes potencias, la tragedia guatemalteca ha sido telón de fondo permanente de la historia centroamericana de las últimas décadas.En octubre de 1987, representantes del...

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POR SEGUNDA vez en menos de tres años se ha celebrado en España una reunión de líderes guatemaltecos para intentar encontrar una salida negociada a la guerra civil larvada que asola al país centroamericano desde hace 30 años. No hay nada nuevo bajo el sol. Y, aunque Nicaragua y El Salvador hayan merecido mayor atención internacional por estar ligados sus problemas a la guerra fría y a las tomas de posición estratégicas de las grandes potencias, la tragedia guatemalteca ha sido telón de fondo permanente de la historia centroamericana de las últimas décadas.En octubre de 1987, representantes del Gobierno de Guatemala y de la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) se habían reunido en Madrid para negociar el fin de la guerra. No fue posible el acuerdo, pero por lo menos no se excluyó que las negociaciones se reanudaran en el futuro. En marzo pasado se reunieron en Oslo la URNG y representantes de la Comisión Nacional de Reconciliación para tratar de dar un paso adelante y preparar una reunión de guerrilleros y partidos políticos que se celebraría en Madrid. El discreto progreso de las negociaciones no era sencillo, pero, en cualquier caso, pasaba por la ausencia de representación del Gobierno de Cerezo. La pasada semana, gracias en gran medida a las eficaces y discretas gestiones requeridas de la diplomacia española por el presidente de Guatemala, tuvo lugar la nueva reunión, esta vez en El Escorial. Asistieron los representantes de los nueve partidos políticos, tres de los,cuatro comandantes guerrilleros de la URNG y el obispo Quezada, presidente de la Comisión Episcopal y de la Nacional de Reconciliación.

Una de las conclusiones fue la de constatar la inutilidad de la guerra. Y, si no se ha firmado una tregua, al menos se acordó que la guerrillá se abstendrá de sabotear las elecciones presidenciales del próximo noviembre, aunque no haya tiempo para que participe en ellas. A su vez, los partidos políticos propiciarán la reinserción de los guerrilleros en la vida civil y su intervención en una Asamblea Constituyente que, a propuesta de éstos, reformaría la Constitución.

El camino por recorrer es extremadamente largo y está sembrado de dificultades. Parece difícil evitar derramamientos de sangre: en Guatemala la actitud de la extrema derecha -larga dominadora de la vida pública- es aún más brutal que la de cualquier movimiento guerrillero que aquélla contribuyó a crear con su violencia institucional. Pero el hecho de que emprendan el viaje los jefes guerrilleros junto con quienes han sido y son acérrimos enemigos (como el líder de la extrema derecha Mario Sandova) justifica un moderado optimismo no exento de la ansiedad que provoca el recuerdo de su violenta historia.

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