Tribuna:

El gusto

En el último instante un cordero enredado en una zarza sustituyó a Isaac cuando éste iba a ser sacrificado por Abraham en la cima del monte Moria. Jehová mandó detener el cuchillo en el momento álgido. Como al resto de los dioses, a Jehová también le gustaba la carne humana y hasta entonces había exigido una ración cada día, pero lentamente su paladar se fue acomodando a los nuevos tiempos, a los nuevos sabores. Con el gesto de aquel ángel que paró el cuchillo de Abraham sobre el cuello de su hijo, un ciclo de gastronomía quedó clausurado y otro se abrió. El primer cordero fue asado a la brasa...

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En el último instante un cordero enredado en una zarza sustituyó a Isaac cuando éste iba a ser sacrificado por Abraham en la cima del monte Moria. Jehová mandó detener el cuchillo en el momento álgido. Como al resto de los dioses, a Jehová también le gustaba la carne humana y hasta entonces había exigido una ración cada día, pero lentamente su paladar se fue acomodando a los nuevos tiempos, a los nuevos sabores. Con el gesto de aquel ángel que paró el cuchillo de Abraham sobre el cuello de su hijo, un ciclo de gastronomía quedó clausurado y otro se abrió. El primer cordero fue asado a la brasa con leña de encina en el monte Moria, y al comprobar que era muy sabroso Jehová quiso seguir experimentando esa nueva cocina con guisos y holocaustos de otros animales que tu vieran la uña hendida en dos partes. Se levantaron grandes mataderos en los atrios y por ellos transcurrían los novillos, los ciervos y los unicornios antes de caer envueltos en sangre. Todo habría sido distinto en este mundo si a los dioses les hubiera gustado sólo la hierba. Ellos han transmitido a los hombres su ferocidad de carnívoros y ésta aún nos anida en las papilas del gusto bajo nuestra lengua roja. No obstante, el ser humano está dotado de siete metros de intestinos, igual que las cabras, y esto le capacita para convertirse el día de mañana en un magnífico rumiante. Cada uno de los alimentos tiene un camino. El de la hierba conduce a la paz y a la belleza, puesto que rumiar es soñar. Cuando se inicie otra era tal vez los dioses serán ya vegetarianos y los hombres imitarán su ejemplo para viajar muy lejos masticando las verduras del huerto de Caín, que se negó a sacrificar animales. Queda mucho trayecto todavía. Bajo el cielo pálido de esta Pascua, con la nieve sonrosada a lo lejos en el monte Moria, infinitos corderos han sido despedazados por fauces divinas y humanas llenas de crueldad. Queda mucho trayecto, pero llegará el día en que la saliva del hombre se volverá verde y su lengua será violeta y algo en sus entrañas recordará al más bello de los paisajes.

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