Tribuna:LOS MOVIMIENTOS DE LIBERALIZACIÓN E INTERVENCIONISMO

Los mercados financieros, en la encrucijada

En el curso de la última década, los mercados financieros han evolucionado bajo el signo de una liberalización creciente y de una mayor competencia. Las diferentes normativas que han modificado el marco dentro del cual se desarrolla la actividad financiera apuntan claramente en este sentido: durante los cuatro últimos años se han liberalizado los movimientos de capital, eliminando las restricciones a que todavía estaban sometidas las inversiones españolas en el exterior y aumentando las posibilidades de acción de bancas y cajas de ahorro; se ha fijado un calendario para la progresiva desaparic...

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En el curso de la última década, los mercados financieros han evolucionado bajo el signo de una liberalización creciente y de una mayor competencia. Las diferentes normativas que han modificado el marco dentro del cual se desarrolla la actividad financiera apuntan claramente en este sentido: durante los cuatro últimos años se han liberalizado los movimientos de capital, eliminando las restricciones a que todavía estaban sometidas las inversiones españolas en el exterior y aumentando las posibilidades de acción de bancas y cajas de ahorro; se ha fijado un calendario para la progresiva desaparición del coeficiente de inversiones obligatorias y se ha posibilitado la creación de mercados de contratos estandarizados sobre futuros y opciones.Estas medidas resultan en una mayor agilización de la actividad financiera y en un grado de competencia más elevado entre las entidades financieras. La justificación de este movimiento de liberalización no se basa en un sentimiento liberal que hubiera podido desarrollarse cobijado por la ideología política Reagan-Thatcher, sino en la idea que defiende la teoría económica de que un mercado liberalizado implica una mejor asignación de recursos, permitiendo que el capital se oriente hacia los empleos en los que su uso es más productivo.

La consecuencia de este movimiento general, tanto en España como en los otros países, es una pérdida del control que las autoriades económicas ejercen sobre la actividad financiera. Efectivamente, al limitar su propia intervención, éstas se ven obligadas a aceptar pasivamente la evolución natural del mercado ya tener fe en los mecanismos de autorregulación del mismo.

Sin embargo, la transición hacía esta pérdida de control es difícil, como lo muestra la experiencia de las intervenciones acontecidas en el mercado financiero español durante el último año. Efectivamente, hemos observado cómo, para limitar la evolución de la liquidez, se elevaba, a partir del 31 de enero, en 1,5%, el coeficiente de caja de los intermediarios sujetos al mismo. Simultáneamente, se imponía un depósito previo remunerado del 30% o del 20% sobre algunas opieraciones de financiación exterior. Seis meses después se incrementaba el coeficiente de caja. Por último, se ha impuesto recientemente una forma de racionamiento del crédito fijando un techo máximo al crecimiento del mismo. Por tanto, aunque es cierto que la tendencia general apunta hacia la liberalización de los mercados, las experiencias citadas constituyen verdaderos retrocesos en dicho proceso, y son suficientemente importantes para que no puedan menospreciarse en una visión de conjunto del funcionamiento del sistema financiero español: los mercados son esencialmente competitivos, y las posibilidades de la actividad financiera son amplias, pero pueden verse reducidas de forma inesperada.

Los riesgos

La existencia de fuerzas contrapuestas al movimiento de liberalización constituye un riesgo, ya que afectan directamente a los resultados de las entidades financieras. Por ello, en la situación actual, a las formas tradicionales de riesgo que asume una entidad financiera por su actividad (riesgo de crédito, de liquidez y de tipos de interés) se afiade, en nuestro país, el riesgo de intervención de las autoridades económicas. Ello tiene dos consecuencias sobre la asignación de recursos.

En primer lugar, los beneficios bancarios reflejan no sólo la calidad de la gestión de la entidad, sino también los efectos que sobre los mismos ha tenido la intervención. Éstos dependerán del tipo de actividad financiera de la entidad considerada, de su grado de especialización, e incluso de la estrategia que desarrollaba en el momento de la intervención. Al existir este riesgo en un contexto en el que el incremento de la competencia ha elevado el coste de los recursos financieros (como lo atestiguan, por ejemplo, los niveles de remuneración propuestos por las supercuentas), la situación puede ser crítica para algunas entidades, independientemente de la calidad de su gestión. Dado que los resultados de las entidades financieras constituyen un elemento clave en su evaluación bursátil, éstos se verán asimismo afectados por los movimientos de intervención, lo que redundará en detrimento de su capacidad de obtención de recursos en el mercado bursátil.

En segundo lugar, si las entidades financieras reaccionan a este entorno intentando anticipar las intervenciones e incluso desarrollando una gestión más prudente, ello también implica una asignación incorrecta de recursos, puesto que supone la puesta en práctica de una gestión de extremada prudencia, lo que limitará las posibilidades de la entidad financiera.

Por tanto, en las presentes circunstancias, el coste de la intervención es más elevado de lo que podría pensarse a priori.

Frente al desafío de 1992, los cambios de regulación tienen que ser necesariamente frecuentes. Sin embargo, éstos pueden anticiparse correctamente, puesto que van en el sentido de la unificación de los mercados. Los movimientos regulatorios que van en sentido inverso, aunque necesariamente temporales, tienen un coste que asumen las entidades financieras y que modifican la asignación de recursos. Por ello es importante que la política económica se haga dentro de los límites que las autoridades se ¡mponen a sí mismas al liberalizar los mercados. Ello implica que se utilice preferentemente la política monetaria y fiscal y que se tenga en cuenta que los cambios de las reglas del funcionamiento del mercado, cuando la estrategia de las entidades ya ha sido fijada, tienen un coste elevado.

Xavier Freixas es subdirector de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA).

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