Desolados andenes
Esperando el último tren en los desolados andenes de Nuevos Ministerios, mi vista se posó en un curioso objeto plantado a la entrada. Al instante me sentí mejor. "Menos mal", me dije, "no hay teléfonos, no hay aseos, el panel anunciador no funciona. El altoparlante sigue fielmente la tradición reflejada en Las vacaciones de monsieur Hulot. El reloj marca obsesivamente las 3.27... No hay cafetería, las máquinas de los cafés y los refrescos lo más que hacen es tragarse miserablemente la chocolatina... Pero ahí, tan oronda, hay una báscula para pesarse, porque nunca se sabe cuándo v...
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Esperando el último tren en los desolados andenes de Nuevos Ministerios, mi vista se posó en un curioso objeto plantado a la entrada. Al instante me sentí mejor. "Menos mal", me dije, "no hay teléfonos, no hay aseos, el panel anunciador no funciona. El altoparlante sigue fielmente la tradición reflejada en Las vacaciones de monsieur Hulot. El reloj marca obsesivamente las 3.27... No hay cafetería, las máquinas de los cafés y los refrescos lo más que hacen es tragarse miserablemente la chocolatina... Pero ahí, tan oronda, hay una báscula para pesarse, porque nunca se sabe cuándo va uno a necesitar urgentemente una báscula...-