Editorial:

Bienvenido, Mr, Kaifu

LA GIRA del primer ministro de Japón por Europa -cinco países occidentales y dos de la nueva libertad (Polonia y Hungría)- vienen a mostrar que, por primera vez desde el fin de la guerra, Japón no sólo se toma en serio su papel de gran potencia económica, sino que, además, pretende aprovecharlo para asumir un cierto protagonismo político. De paso, se trataba de demostrar que la estabilidad ha vuelto a Tokio y que ningún problema interno conseguirá apartar a la economía japonesa de su curso: estar a la cabeza de las naciones índustrializadas e intervenir más directamente en la gestión de la eco...

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LA GIRA del primer ministro de Japón por Europa -cinco países occidentales y dos de la nueva libertad (Polonia y Hungría)- vienen a mostrar que, por primera vez desde el fin de la guerra, Japón no sólo se toma en serio su papel de gran potencia económica, sino que, además, pretende aprovecharlo para asumir un cierto protagonismo político. De paso, se trataba de demostrar que la estabilidad ha vuelto a Tokio y que ningún problema interno conseguirá apartar a la economía japonesa de su curso: estar a la cabeza de las naciones índustrializadas e intervenir más directamente en la gestión de la economía mundial.Para predicar su nueva doctrina, Toshiki Kaifu escogió a la capital de la Comunidad, Bruselas, y a sus socios europeos del Grupo de los 7, Alemania Occidental, Francia, Reino Unido e Italia, antes de viajar aceleradamente a los dos países orientales que más lejos han llegado en su aproximación política al Oeste. Es evidente que Kaifu venía, además, a asegurarse de que su política económica agresiva no le iba a cerrar las puertas de la fortaleza Europa. La reacción europea no se hizo esperar. Edith Cresson, ministra francesa para Asuntos Europeos, la resumió ácidamente diciendo que, "haciendo gala de una voluntad feroz de conquistar el mundo, Japón es un adversario que no juega limpio". Mirando de reojo a España -una de las economías favoritas de Japón para el establecimiento de bases de operaciones en el interior de la Comunidad-, la ministra añadió que las inversiones japonesas "destruyen empleo" en vez de crearlo y aseguró que, además, se apoyan en una economía de puertas cerradas que impone toda clase de barreras a las importaciones europeas. La discusión está lejos de solventarse. En este tema, al igual que en el resto de los problemas que enfrentan a las potencias superdesarrolladas, se hará necesaria la adopción de una buena dosis de solidaridad.

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