El MIR se echa a la calle

J.C. Desde el centro hasta la periferia de Santiago la ciudad se extendía el fin de semana en un mitin continuo. Desde el populista derechista Francisco Javier Errázuriz, en el centro, hasta los candidatos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en el cinturón rojo. A un lado del camino mitineaba el candidato socialista Ricardo Lagos, aplaudido cuando hablaba del momento en que "los jóvenes podrán pololear (ligar)" en libertad por las calles de Chile.

En Pudahuel cerraba su campaña el sábado Gastón Muñoz, del MIR, que pasó "dos años, tres meses y 12 días" p...

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J.C. Desde el centro hasta la periferia de Santiago la ciudad se extendía el fin de semana en un mitin continuo. Desde el populista derechista Francisco Javier Errázuriz, en el centro, hasta los candidatos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en el cinturón rojo. A un lado del camino mitineaba el candidato socialista Ricardo Lagos, aplaudido cuando hablaba del momento en que "los jóvenes podrán pololear (ligar)" en libertad por las calles de Chile.

En Pudahuel cerraba su campaña el sábado Gastón Muñoz, del MIR, que pasó "dos años, tres meses y 12 días" preso y vivió la tortura, el exilio y la clandestinidad. Ahora, Muñoz se ha lanzado a la calle que ya es hora, en busca de un escaño bajo las listas de la Concertación, que apoya al candidato opositor, el democristiano Patricio Aylwin. Probablemente, muchos militantes del MIR se revuelven en sus tumbas al ver a estos miristas de hoy y compañeros de pasadas luchas que pelean por un escaño y apoyan la candidatura presidencial de un democristiano.

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Al MIR de los años setenta le ha sucedido éste que organiza actos con música salsera y donde se percibe el olor a porro. Un asistente al mitin de Muñoz exhibía una pancarta que resume el clima que vive Chile. El texto, escrito en un cartón, decía: "Nos prohibieron pensar y hablar. Nos negaron nuestro derecho a comer y a vivir con dignidad, pero se acaba la dictadura. Con el Pato [Patricio] de presidente, gana la gente".

Sin la menor inhibición, Muñoz grita que "ha llegado la hora de los humildes, de los postergados, de aquellos que el tirano creía que podía aplastar", y añade, irónico: "Se equivocó el capitán general Augusto José Ramón". Los 4.000 asistentes corean: "¡Que se vaya Pinochet!". Dice Muñoz: "Vamos a pintar las murallas con la poesía y las consignas de los humildes". Y concluye citando el últirno discurso del presidente Salvador Allende antes de morir en la Moneda durante el golpe militar del 11 de septiembre de 1973: "Se abrirán las alamedas en Chile".

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