Localizados en Palermo varios 'cementerios' de la Mafia

El nuevo arrepentido de la Mafia, Marino Mannoia, cuyas confesiones al juez Giovanni Falcone han llenado ya 300 páginas, ha pasado de las palabras a los hechos para demostrar sus afirmaciones. Acompañado por policías y carabineros, con un mapa en la mano, ha volado al amanecer del viernes sobre la ciudad de Palermo, en helicóptero, señalando los cementerios de la Mafia.

Uno de está en una especie de barranco que hace tiempo fue un río y que ahora es una cloaca a cielo descubierto. Como en una película de terror, Mannoia -a quien la Mafia, como venganza por sus c...

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El nuevo arrepentido de la Mafia, Marino Mannoia, cuyas confesiones al juez Giovanni Falcone han llenado ya 300 páginas, ha pasado de las palabras a los hechos para demostrar sus afirmaciones. Acompañado por policías y carabineros, con un mapa en la mano, ha volado al amanecer del viernes sobre la ciudad de Palermo, en helicóptero, señalando los cementerios de la Mafia.

Uno de está en una especie de barranco que hace tiempo fue un río y que ahora es una cloaca a cielo descubierto. Como en una película de terror, Mannoia -a quien la Mafia, como venganza por sus confesiones, hizo primero desaparecer a un hermano y después ha asesinado a la madre, a otra hermana y a una tía en el mismo día- ha contado con pelos y señales cómo la Cosa Nostra se deshace de sus traidores, enterrándolos después en esos cementerios que ahora el ex mafioso está mostrando a los jueces. En dichos lugares se excavaba ayer para comprobar si las confesiones son auténticas.

La muerte más terrible, según el arrepentido, es por extrangulación, el método preferido por la Mafia "para no mancharse las manos de sangre". "Hacen falta", precisa, "por lo menos cuatro hombres y la operación dura no menos de cinco minutos".

A otros se los mata metiéndoles en un bidón y desintegrándolos con ácidos, según el testimonio de Mannoia. En otros casos, ya apaleados y medio muertos -y a veces tras habérseles extraído antes del corazón- se les entrega a cerdos hambrientos. En algunos casos, los mafiosos caídos en desgracia y que deben someterse a esos ritos macabros de la muerte, sobre todo frente a la muerte por extrangulación, ha contado Mannoia, pueden "hasta echarse a llorar", como le pasó a Franco Mafara.

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