Tribuna:

Belleza

Que las normas de la belleza fisica no son sino una pura convención cultural es una verdad de perogrullo. Por poner un ejemplo, las muje res españolas tenemos que depilarnos meticulosamente cual martiacas, mientras que las alemanas lucen sus buenos pelazos en las piernas tan campantes. Felices ellas.Y una pura convención es, por tanto, esa antigua injusticia tan irritante, a saber: que las canas y las arrugas puedan ser en los varones un ingrediente más de su atractivo mientras que en las mujeres son la ruina, la descomposición y el acabose. Es decir, que ellos maduran y no sotras nos pudrimos...

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Que las normas de la belleza fisica no son sino una pura convención cultural es una verdad de perogrullo. Por poner un ejemplo, las muje res españolas tenemos que depilarnos meticulosamente cual martiacas, mientras que las alemanas lucen sus buenos pelazos en las piernas tan campantes. Felices ellas.Y una pura convención es, por tanto, esa antigua injusticia tan irritante, a saber: que las canas y las arrugas puedan ser en los varones un ingrediente más de su atractivo mientras que en las mujeres son la ruina, la descomposición y el acabose. Es decir, que ellos maduran y no sotras nos pudrimos. Y no es que las chicas nos deterioremos antes que ellos, oh, no. Ellos, a los 50, suelen estar hechos un asquito. Sólo que e derrumbe de las carnes viriles está admitido socialmente, no molesta. al ojo, no lo repudia nadie. La mayoría de los hombres públicos,los triunfadores, los admirados, son señores de edad que van luciendo por e mundo, con garboso donaire, sus patas de gallo y sus mofletes caídos. Y su madurez nos parece tan natural, tan propia de ellos. Pero, tradicionalmente, la mujer, salvo excepciones, sólo se ha dado a conocer po r su belleza: actrices, cantantes pri morosas consortes. Incluso hoy ¿cuántas señoras mayores de .50 años ve usted en televisión, pongo por caso, desarrollando una labor personal e interesante? No estamos acostumbrados a ver señoras maduras, y por eso la vejez, en la mujer, nos parece distorsionadora lamentable.

Pero esto cambiará, ya está camblando. Miren a la Thatcher, por ejempo: ¿a que no les parece vieja? Sus arrugas, sus mejillas algo blandas, ¿no resultan en ella naturales, incluso elegantes, como pueden serlo en un hombre? Cuando haya, que las habrá, muchas más Thatcher (a ser posible, cielos, más progresistas), las mujeres podremos reconocernos en otras caras y otras vidas que las lindas y empobrecedoras muñequitas.

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