Tribuna:

¿Votantes o mutantes?

El hecho de que se hayan producido insurrecciones sociales en situaciones de prosperidad o de pobreza cuestiona cualquier reduccionismo sociológico o económico y abre el abanico explicativo sobre los hechos sociales hacia un sinnúmero de variables ajenas a la evidencia simplista a la que se acogieron con frecuencia las explicaciones sobre la sociedad. Recordar que el ser humano, tanto individual como grupalmente, es un actor complejo, bastante imprevisible y con frecuencia absurdo, no está de más en ningún caso. Acostumbrados los científicos sociales a ilustrar los hechos después de ocurridos ...

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El hecho de que se hayan producido insurrecciones sociales en situaciones de prosperidad o de pobreza cuestiona cualquier reduccionismo sociológico o económico y abre el abanico explicativo sobre los hechos sociales hacia un sinnúmero de variables ajenas a la evidencia simplista a la que se acogieron con frecuencia las explicaciones sobre la sociedad. Recordar que el ser humano, tanto individual como grupalmente, es un actor complejo, bastante imprevisible y con frecuencia absurdo, no está de más en ningún caso. Acostumbrados los científicos sociales a ilustrar los hechos después de ocurridos con sólidas teorías que los explican, han llegado a creer que están en condiciones de predecir más allá de lo que realmente pueden predecir.Sólo conductas concretas y relativamente simples, con una tradición que ha creado hábitos, rutinas o repeticiones, y generado una ritualización de la conciencia, pueden ser bastante bien previstas a través de métodos sencillos de sondeo, tanto cuantitativos como cualitativos. Éste es el caso de la conducta devoto.

En vísperas electorales, esta conducta es analizada hasta el límite por los estados mayores de los partidos. Para unos, la esperanza está puesta en la repetición del voto, para otros en su mutación. Repetición o mutación es el dilema. El votante que repite es el auténtico votante, el que gusta a los predictores y el que crea regularidades estadísticas y consolida fuertes grupos de opinión. El votante por excelencia es una especie bastante nueva, y no sólo por los aconteceres históricos conocidos de antes de la democracia, sino por los cambios rápidos de opinión que ésta ha propiciado desde el fin del general. A pesar de estos cambios (cambios de voto, sobre todo) la sustancia profunda de la opinión política media sigue en donde estaba hace ya bastantes años: en el centro-izquierda. Esto es un hecho estadístico recurrente que no muestra importantes señales de cambio. Cuál sea el contenido real de este centro-izquierda que agrupa estadísticamente a un grupo grande de votantes es algo que no está claro en el análisis (y es una zona interesante de investigación), pero sí en la práctica de voto, al menos de unos años a esta parte. Es cierto que desaparecen votos, incluso muchos votos, pero parecen ubicarse en la abstención.

Si el votante (el que repita una y otra vez su voto) es una especie nueva, el mutante (el que no lo repite) es una constante en toda la transición. ¿Habrá mutantes el 29 de octubre?

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Todo indica que serán pocos. Si llegara a producirse una sorpresa en este sentido se quebraría el ritmo de las series estadísticas y se produciría un pequeño terremoto metodológico. ¿Es posible que ocurra, pese a todo? Todo es posible cuando los seres vivos y humanos andan por medio. Pero no es probable.

Si el PSOE y los otros partidos siguen perdiendo votos, y estos votos se van a la abstención, en un plazo histórico relativamente corto el sistema democrático se consumirá de vejez prematura. Algo raro e inquietante está pasando.

Ya es obvio y repetido insistirle a la derecha en sus insuficiencias básicas, que nada tienen que ver con sofisticadas polémicas económicas y toda esa tinta de calamar que suelta la derecha cuando no quiere hablar de lo que hay que hablar.

Tan obvio como decirle a la izquierda del PSOE sus cosas. Cosas ya aburridas que la población ha asumido, y de tal manera lo ha hecho que ha dado en no votar cuando deja de votar al partido en el Gobierno.

El espectáculo se ha hecho soso, reiterativo e insoportable. Entre elección y elección se reproduce una polémica sin fuste de índole generalmente moral, sin entrar jamás en el debate que la población (esa parte determinante de la población que tiene una gran área de influencia de voto) exige: posibles alernativas al grave problema de los servicios públicos, estrategias para la creación de empleo, posibilidades reales de control de la delincuencia, el uso de la libertad en los diversos espacios del Estado, etcétera.

Yo no creo que todos los políticos sean iguales, como decía en estas páginas un ex compañero de colegio con motivo de las elecciones europeas. Pero sí creo que les falta verdadera ambición política, capacidad de análisis y debate, y esa conciencia histórica de lo que están haciendo, cómo y para qué: una mínima tendencia a la levitación por encima de sus negocios y sus diputaciones provinciales.

Y mientras esto no cambie es dificil que haya mutantes. Sea cual sea el resultado electoral es inevitable un debate político en el Estado. Y cuando las cosas se hacen tan inevitables dan lugar a acontecimientos reales: reflexiones fundadas, palabras gruesas, cambios en el espacio político, sorpresas, pactos y una renovación extensa de estos cuadros políticos amuermados y responsables del muermo general.

Fermín Bouza es sociólogo.

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